Por: Juan Niño López
Pablo Neruda escribió: “Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza del cielo se abre como una boca de muerto. Tiene mi corazón un llanto de princesa olvidada en el fondo de un palacio desierto. Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño que reflojo la tarde sin meditar en ella. (En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño así como en el cielo no ha cabido una estrella). Sin embargo, en mis ojos una pregunta existe y hay un grito en mi boca que mi boca no grita. ¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste, abandonada en medio de la tierra infinita! Se muere el universo de una calma agonía sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde. Agoniza Saturno como una pena mía, la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde. Y por la vastedad del vacío van ciegas las nubes de la tarde, como barcas perdidas que escondieran estrellas rotas en sus bodegas. Y la muerte del mundo cae sobre mi vida”.
La pesadilla de la muerte del mundo nunca fue tan triste y nefasta como hoy. Como hoy, nunca antes, la humanidad había danzado tanto, alocadamente, con miles de millones de mentes rotas. Las cifras de la descomposición humana son alarmantes: Cerca de 800 millones de seres humanos padecen hambre. 60 Millones de niños no asisten a la escuela básica y 800 millones de seres humanos son analfabetas. El 20% de la humanidad carece de vivienda digna y el 43% no dispone de agua potable óptima. La lista de los malestares humanos en este momento es excesivamente larga y alarmante, entre otros, reseño el desempleo, el desgobierno y el peor de todos los males y la causa de todos los otros: el aumento de los desequilibrios mentales. Es decir, literalmente, la humanidad está hoy más loca que nunca.
La causa de todos los malestares y desequilibrios es, pues, “la descomposición de la estructura mental” que nos afecta (me incluyo y l@ incluyo). Descomposición que nace, nada más ni nada menos, que de las respuestas que hoy damos a los impulsos primordiales de la vida: La respiración (respiramos aire contaminado), la nutrición (nos alimentamos mal, pésimamente), el sueño (dormimos poco, dormimos mal), el sexo (mejor ni hablemos de esto).
El despiporre, a corto plazo, no parece tener encarrilamiento, sino que, por el contrario, está en vía de aumento. Nos llevó el Diablo. El Apocalipsis resulta ser un cuento de hadas en comparación con lo que se avecina. La antropofagia será “lo más gourmet” y Sodoma y Gomorra serán vídeos dulces para una fiesta de Primera Comunión. Para remate, al parecer, el Uribismo-Pastranismo llegará a la entrante Presidencia de nuestra República.
Los medio-cuerdos que logremos sobrevivir a esta debacle tendremos la responsabilidad de ser felices, a pesar de todo, porque, la infelicidad acompañará a quienes no saben responder a los más elementales impulsos de la naturaleza: Veremos morir de asfixia a quienes no tienen el cuidado de respirar aire puro, limpio; veremos pasar esqueletos y cerdos como sinónimos de quienes no tienen balance de su alimentación; desnudos habrán en cada esquina, educación y cultura serán conceptos maltratados, cuando no olvidados; no cabrán los enfermos en los hospitales, las habitaciones serán mazmorras, las injusticias será el reino en la tierra, los placeres del sexo están ya incluidos en el menú del día (desayuno, almuerzo y cena, sin discriminación alguna), no habrá rumbo ni destino, la vida será igual a un remolino, todo será hastío, Dios estará demasiado lejos para recuperarlo, la mente humana volverá a ser el caos y el cosmos de los que nació, volveremos a comenzar, una hoja limpia de la historia empezará de nuevo a escribirse. Pero, pienso, sinceramente, que será demasiado tarde, porque ya está perdida la fortuna de tener una segunda oportunidad sobre la tierra.
Pregunto; ¿Por qué -si esto puede llegar a ser peor- no nos damos cuenta de lo que vendrá y empezamos a hacer algo para detener la prevista caída en el precipicio?
¿Con qué empezamos? Con lo que tenemos. “Cuando nos damos cuenta de que todo nos falta, estamos obligados a darnos cuenta de que lo único que tenemos es la imaginación”.
Cambiar nuestras formas de respuesta a las demandas de la vida puede ser la clave. “No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar que los resultados sean diferentes”.
Yo soy pesimista. Por fortuna, mis días de vida son ya muy pocos y no tendré que vivir el próximo holocausto. El egoísmo ha triunfado y, además, soy egoísta, otro de los males del mundo actual que está dándonos felicidad ¡Que desgracia!
Por ahora, la estrategia y la táctica son: “Ver, Pensar y Esperar” (Que entre el Diablo y escoja). Yo ya alcancé el Nirvana, es el estado perfecto del “todo me importa un bledo”.