Por: Juan Niño López

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Inteligencia y lectura están estrechamente relacionadas desde su etimología y, también, como hechos. Se vinculan con la palabra en latín intellegere”, compuesta de inter”, que señala “relación entre” y  “legere”  que es “leer, escoger”; de esta proviene intellegentĭa (saber escoger entre lo variado) que según la Mainstream Science on Intelligence es “una capacidad mental muy general que implica, entre otras cosas, la habilidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia. No es un mero aprendizaje de los libros, ni una habilidad estrictamente académica, ni un talento para superar pruebas. Más bien, el concepto se refiere a la capacidad de comprender el propio entorno”

Leer es mucho más que percibir y comprender un escrito; rigurosamente, es el acto de la inteligencia necesario e indispensable para construir una verdad y explicarla; esto incluye develar causas e intuir fines, identificar agentes y, sobre todo, demostrar y probar que los conocimientos logrados son ciertos, seguros.

Si nos atenemos a lo anterior, no resulta fácil leer; se necesitan ganas de alcanzar verdades y de configurar certezas. Pocos tenemos la cultura de leer, porque pocos somos amantes de la verdad y trabajadores de certezas.

Si resaltamos que la lectura afina la inteligencia, que mejora la capacidad de investigar y, por ende, la habilidad para construir conocimientos y asegurar saberes útiles en la cotidianidad y la especialidad laboral, tal vez, podamos incentivar los deseos de leer y promover la propia capacidad de ciencia y consciencia.

No basta con sentenciar: ¡Leamos más!

Es urgente explicar las razones por las que leer resulta ineludible en este momento cuando se opta por la despreocupación o el irracional fanatismo, en ambos casos, desesperadamente.

Actuar y obrar críticamente solo es posible como resultado de un largo, denso y complejo proceso de conocimiento en el que leer es imprescindible. Si pretendemos más aciertos en nuestra vida,  es obligatorio leer textos y contextos, analizar, sintetizar, criticar, proponer soluciones a conflictos y problemas.

Rodolfo Llinás usa frecuentemente esta afirmación: “No tenemos cerebro, somos el cerebro”. En su libro “El cerebro y el mito del Yo” expone su explicación sobre cómo funciona nuestro sistema nervioso y en especial nuestro cerebro y mente. Señalo que su lectura puede llegar a cambiar la vida de muchas personas del mismo modo que cambió la mía. Añado el siguiente enlace a la Internet porque, hoy, el libro físico es difícil de encontrar:  https://cienciatools.files.wordpress.com/2012/01/llinas-r-rodolfo-el-cerebro-y-el-mito-del-yo.pdf

Después de leer el libro de Llinás y de entender los fundamentos sobre los que emerge nuestra mente, nuestra conducta y nuestra vida con todos los sueños y ya con la explicación clara y precisa sobre cómo funciona nuestro cerebro, podremos abordar la tarea magnífica de crear una cultura personal, municipal, nacional y universal más inteligente.

La tarea es, así, leer, leer más, leer el libro de Llinás y, luego, hablaremos de Cultura, una palabra de moda que pocos saben que en latín significaba “Acción y efecto de cultivar en el mundo de la mente, en el mundo del espíritu y en el mundo extramental -o de afuera- donde encontramos las cosas susceptibles de ser cultivadas”.

Tenemos tres claves para la Cultura: La Cultura en sí, la Anticultura y la Incultura. De hecho, por estas tres claves, se niega la afirmación irreflexiva de: “Todo es Cultura”. Si aceptamos estos tres términos registrados en el DRAE, si nos damos cuenta de que existen algunos hechos, actos y obras productos de procesos de cultura, otros de procesos de anticultura y otros más de procesos de incultura, podemos estar seguros de que es una falacia afirmar “Todo es Cultura”.

Declaro abierto desde aquí –y desde ya- el debate inteligente, crítico y activo sobre lo que está ocurriendo en la “Cultura de Fusagasugá”, un asunto que puede ser bastante oscuro si antes no entendemos cómo funciona nuestra mente, nuestro sistema nervioso, nuestro cerebro y nuestro espíritu. De este modo, llegaremos a estar de acuerdo en que la cultura de Fusagasugá la hacemos Usted y Yo, con mayúscula. Dicho  de otra forma, a la manera Yoruba del Son número 6 de Nicolás Guillén:

“Atiendan, amigos, mi son, que empieza así:

Adivinanza de la esperanza:

lo mío es tuyo,

lo tuyo es mío;

toda la sangre formando un río.”