El caso del mega contratista de alimentos Germán Trujillo Manrique, conocido entre su familia como alias Germancito, lastimosamente sigue confirmando que el delito paga, que ser pillo paga, que la corrupción es un gran negocio, no importa si uno termina capturado.
Por: Orlando Cetina
Germán Trujillo Manrique, un habilísimo hombre que, al lado de su mamá, comenzó vendiendo arepas en un pequeño local de Bogotá hace menos de 15 años y termina acaparando una enorme fortuna gracias a multimillonarios contratos con el Estado con un solo fin: suministrar alimentos a presos, a estudiantes, a niños.
La alimentación a cargo del Estado de los presos, por ejemplo, vale más de 350 mil millones de pesos al año, a su vez la inversión para la alimentación para los niños de las escuelas y colegios públicos está cerca de los dos billones de pesos, dos BILLONES, con B grande.
Esa fue la mina de oro, la lámpara de Aladino que Germán Trujillo, Germancito, encontró hace unos años al lado de dos padrinos de primer nivel: los reconocidos políticos Efraín y Edgar Torrado.
Efraín, quien fue senador de la República y hace dos años alcanzó a ser nombrado cónsul de Colombia en Chicago, pero se cayó el nombramiento diplomático después de que se revelara que Efraín y su hermano Edgar aparecen en el organigrama del carrusel de la contratación de Bogotá, en el gobierno del alcalde Samuel Moreno.
Pues al lado de estos personajes, Germancito vio crecer como espuma los grandes contratos a través de sus empresas de fachada Cooprosperar, Unidos para Nutrir, Internacional de Negocios, Cooperativa Multiactiva Surcolombiana de Inversiones, Empresa Cooperativa de Servicios Nacionales (Empsenal) y Alfaba.
Y luego, conquistó el corazón y los intereses de la entonces gobernadora y exalcaldesa de Neiva, Cielo González Villa, con quien se casó. Esa era la cereza que le faltaba al pastel de los grandes contratos de alimentos.
Lo que uno no se explica es cómo, si desde hace siete años, siete, hubo serias y documentadas denuncias por enormes irregularidades y corrupción en los mega contratos de alimentos que manejaba Germancito, apenas ahora, apenas ayer este sujeto cae en poder de las autoridades.
Desde 2011 el periódico El Tiempo, el columnista Daniel Coronell y el periodista Edgar Artunduaga, entre otros, han hecho contundentes denuncias contra Germancito, con detalles de comida con gorgojo, comida dañada, raciones insuficientes, torcidos para adjudicar los mega contratos, etcétera.
El cuento de los tamales a 30 mil pesos, pagados a una empresa de maquinaria, es apenas un chiste al lado de los centenares de miles de millones de pesos que Germancito y los Torrado han manejado a sus anchas, con el acompañamiento permanente de Cielo y todo el emporio González Villa.
Y como el crimen sí paga, pues a Germancito ayer un juez y la Fiscalía en Bucaramanga lo mandaron a dormir a su mansión en Floridablanca. No sobra recordar que Germancito estaba huyendo desde diciembre del año pasado, es decir hace seis meses era prófugo un tipo que es esposo de una reconocida exgobernadora y cuñado del gobernador del Huila, hoy presidente de la Federación de Gobernadores.
Y la Fiscalía no lo encontraba. Y nunca lo encontró porque Germancito se presentó ayer voluntariamente, lo cual indica que llevaba semanas negociando su entrega y los beneficios penales. Y ya recibió el primero. Durmió plácidamente en su casita después de devolver 2.283 millones de pesos. Imaginen la magnitud de este negocio si el sujeto ya devolvió esa cantidad.
Lo que esperamos es que el proceso penal no se quede en el cuento de los tamales. La pita, el hilo, es mucho más largo y debe conducir a mucho más dinero y muchos más responsables de robarse la plata de la comida de los niños colombianos.