Por Rodrigo Villalba Mosquera

El liberalismo colombiano es el partido político (171 años) que más ha aportado a las transformaciones del país en nuestra vida republicana. Pero esa tradición y fortaleza no lo blinda de las crisis. En el pasado reciente dirigentes con credenciales migraron hacia partidos recién creados bajo el alero del gobierno de turno. Pero como dijera Gaitán, “El pueblo es superior a sus dirigentes” y la colectividad roja, en oposición al gobierno de Uribe, transitó “el desierto sin cantimplora” recuperando terreno, acercándose a su acervo ideológico, manteniéndose al medio de las vicisitudes, en una sociedad contemporánea y pluralista, una primacía en representación popular. Hoy es el partido con mayor número de alcaldes, concejales, gobernadores y con una bancada parlamentaria importante.

Registramos hoy un conato de crisis con algunos dirigentes anunciando deserción del partido, con ánimo inquinoso contra la dirección de la colectividad. Los disidentes han querido maximizar ante los medios lo que está pasando, hablando de ‘firmatones’, renuncias colectivas, crisis irreversible, y no es tanto, aun cuando respetamos y no soslayamos a los que están en ese empeño divisionista, donde reconozco la importancia de dos personalidades, los juristas Ramiro Bejarano y Yesid Reyes. Sin demeritar a los demás y sin subestimar lo que está ocurriendo, no creo que vayan a generar fracturas, ni menos un terremoto político. La verdad acá no veo a un Gaitán, ni a un López, ni a un Lleras, ni a un Galán, no veo un liderazgo fuerte que haga cimbrar los cimientos del partido, como tampoco algo o alguien que produzca una disidencia colectiva o una ruptura que no se pueda reparar.

He tenido una consideración especial con los exministros Cristo y Rivera, pero no comparto su posición. Su renuncia genera la salida del partido al que siempre pertenecieron con pasión, dejando un sabor amargo y lo peor, un craso error. Esta no es la hora de la deserción. ¿Por qué no pensaron en instar un congreso en donde el liberalismo se reencontrara y todos pudieran hacer críticas y cuestionamientos, pensando con actitud propositiva para actuar hacia el fortalecimiento de la colectividad roja?

No comparto tampoco ese afán protagónico, tratando de llevarse por la calle a quien sea, así sea su propia casa. El expresidente Gaviria debe tener defectos -no lo dudo- pero estoy seguro de que tiene muchas virtudes, tal vez la principal, que en tiempos difíciles, de crisis absoluta, el partido lo ha requerido y él nunca se ha negado, incluso dejando de lado la tranquilidad propia de los expresidentes.

Hay problemas en el partido, pero no hechos insuperables, por lo que el llamado es a asumir una actitud propositiva y de autocritica al interior de la colectividad, con ánimo dialectico de unidad, proyectando argumentos hacia el gran Partido Liberal, por los viejos tiempos, en aras de nuevos liderazgos.