Un periodista en Caucasia, una guerrera ambiental del Cauca, un afro que no se dejó humillar en Bogotá y un campesino del Catatumbo, en la mira de los grupos criminales.
Por: Iván Gallo
Desde el 30 de noviembre de 2016, cuando el gobierno Santos firmó la paz con la guerrilla de las Farc, han sido asesinados 227 líderes sociales. La sustitución de cultivos, la expansión del narcotráfico y los estragos que causa la minería ilegal, son sólo algunas de las luchas que han emprendido personas que quieren expresarse por todo un pueblo.
La primera vez que le lanzaron una granada estaba viendo televisión en su casa en el barrio Lomafresca de Caucasia. Sintió el totazo, la onda explosiva lo sacó de su sillón y arrancó la puerta de la entrada. En ese 2011, Leiderman Ortiz era el hombre más amenazado del Bajo Cauca. Después de que, desde La verdad, el periódico que fundó y dirige desde hace más de diez años, hubiera desenmascarado a Alias Don Leo como jefe de los Gaitanistas, su cabeza empezó a valer 200 millones de pesos. Sin embargo, la UNP lo único que le asignó fue un escolta. Bajo el abrazador sol de Caucasia se lo veía caminando o en moto-taxi junto al muchacho muerto de sed, yendo a donde estaba la noticia.
La forma arriesgada en la que hace periodismo este aguerrido hombre de 52 años es lo que más enemigos le ha traído. Es que él no se conforma con hacer denuncias o encabezar investigaciones en donde él mismo ha ayudado a detener, con sus propias manos, a peligrosos jefes de Bacrim o extorsionadores que amedrantan a los pequeños comerciantes de su pueblo. Por eso Alias Dario, del clan del Golgo con su compañero, Alias El Arriero, esperan la oportunidad para callarlo.
Después de la primera granada blindaron su casa, le pusieron una camioneta anti-balas, cuatro guardaespaldas y una camioneta guía. Aun así, lo siguieron persiguiendo y en el 2015 le estalló la segunda granada en su casa, la misma donde vive con Doña Mercedes, su mamá. Leiderman Ortiz no quiere irse para Medellín o salir del país. En ese mismo año un joven se le acercó a decirle que le habían dado la orden de matarlo. Se arrepintió a último momento. Con el coraje con el que se ha enfrentado a las peores bandas criminales del país y a los dos últimos y cuestionados alcaldes de Caucasia, tomó una flota con el sicario y lo llevó al CTI de Medellín en donde lo entregó a las autoridades.
Leiderman, con el convencimiento de los mártires, ha repetido hasta el cansancio que de Caucasia la única forma de que salga es con los pies por delante. Se deprime, llora y se angustia. Su nivel de riesgo es tan alto que los establecimientos de su pueblo le tienen prohibido sentarse en ellos. Saben que sobre Leiderman en cualquier momento puede caer una granada o una lluvia de balas.
La ‘premio Nobel de medio ambiente’ a la que el gobierno Uribe criminalizó
Francia Márquez nació en La Toma. En ese lugar del occidente del Cauca los negros han estado allí desde 1636. En las últimas décadas el monstruo de la minería ilegal amenaza con acabarlos. Desde siempre han vivido de la minería artesanal, la que aprendieron de sus ancestros, la que protege el equilibrio entre el hombre, la explotación de los recursos y el medioambiente. Minería y agricultura: de eso se vive en La Toma, a eso se dedicaban los abuelos.
Aunque las escuelas en el pueblo eran precarias, hechas de maderas carcomidas por la humedad y el olvido, Francia Márquez logró sacar el bachillerato adelante y pudo hacer la proeza de obtener el título de Técnico Agropecuario del SENA. La inquietud que tiene con los problemas de su gente, de sus hermanos, con el que comparte obligada el centenario desprecio que conlleva tener su piel, se ha animado a estudiar derecho.
Es que desde los 15 años Francia Márquez se ha convertido en una piedra en el zapato de los mineros ilegales que amenazan la belleza y la estabilidad del paraíso donde nació. A esa edad organizó a los líderes de su pueblo para evitar la desviación del río Ovejas. El proyecto, que devastaría el ecosistema de La Toma, se canceló. La victoria le trajo problemas. Llegaron las amenazas, los amedrentamientos, el acoso y el señalamiento.
Francia Márquez no sólo se ha enfrentado a los grupos ilegales sino también al estado. En el 2009, por su firme posición contra la explotación inmisericorde a los recursos que asegura ella caracterizaron los ocho años de Álvaro Uribe, su pueblo fue catalogado por éste gobierno como “Comunidad perturbadora de mala fe”, como se lo contó a la BBC. De un plumazo los 2.000 habitantes de La Toma pasaron a ser poseedores de territorio ancestral a criminales. Indignada, Francia Márquez lideró una protesta que avaló la Corte Constitucional. Sin embargo, no pararon las retroexcavadoras, tampoco las amenazas sobre Francia que, sin amilanarse, organizó una marcha de 350 kilómetros hasta Bogotá, acompañada por 200 mujeres que duró 10 días. Francia Márquez y su determinación la convirtieron en objetivo militar de la Bandas Criminales. Desde 2016 vive en el occidente de Cali rodeada por guardaespaldas y con el miedo constante de que un rayo fulminante la borre para siempre.
Orangel Galvis: la última esperanza del Catatumbo
Llevaban amenazándolo desde hacía semanas. Orangel Galvis con la plata que pudo recoger, se fue a Bogotá a denunciar el acoso en el Congreso. Los representantes a la Cámara escucharon su desgarrado relato: Las autodefensas gaitanistas de Colombia, un grupo paramilitar derivado de la organización mafiosa “Los Urabeños”, había puesto sus ojos sobre él. El 7 de abril de 2016 un tal comandante “Víctor” lo llamó a su teléfono personal para darle detalles de la vigilancia que le tenían montada. El joven líder debió buscar protección para él, su esposa y sus hijos. La amenaza se haría realidad días después sin que nadie hiciera nada.
Dos años después volvieron a dispararle. En la puerta principal de su casa en Hacarí, Norte de Santander, quedaron plasmados cinco balazos. En la medianoche del 28 de abril de 2018 se asentaron dos motociclistas frente a su casa. Orangel alcanzó a escucharlas, saltó el muro del solar y sus vecinos lo ayudaron a escapar. Se escondió en la oscuridad de las montañas que rodean su pueblo.
Orangel es de las voces que más se hacen sentir en la Asociación Campesina del Catatumbo. Ahora está en Cúcuta, los grupos paramilitares que reaparecieron en Hacarí no lo dejarán volver por ahora. Todos los campesinos de esa zona que quieren recuperar sus tierras lo esperan. Sus palabras es lo único que les queda.
Carlos Angulo, el negro que fue discriminado en Bogotá y regresó a dar la vida por Tumaco
Carlos Angulo se hizo famoso cuando en septiembre de 2015 dos policías lo obligaron a una requisa sólo porque, según él, era negro y llevaba la ropa de ebanista. El video se hizo viral y fue la noticia principal en todos los noticieros del país. Cansado de la nostalgia que le generaba su pueblo, Tumaco, regresó a él y le entregó todo lo que tenía, casi que su vida. Se estableció en el lugar donde nació, la vereda San Roble y fue escogido por su gente como represente del consejo.
Lo primero que notó Angulo es que algo había cambiado en las personas, como si hubiera perdido la fe, la alegría. Como si tuvieran la certeza que no habría futuro. Nada más en los primeros 23 primeros días de octubre de 2017 hubo en el puerto 23 asesinatos. La coca y la presencia de grupos como el Cartel de Sinaloa encendían las alarmas.
La lucha de Angulo no se centra sólo contra la erradicación forzosa, sino que es una pelea más política y racial. Aboga por que haya igualdad, porque termine el racismo. Su voz se ha hecho sentir tan fuerte que ya empezaron a bombardearlo con panfletos y amenazas. Angulo no piensa volverse a ir de su pueblo.