María Pietri es una joven venezolana que halló en Fusagasugá un lugar para crecer y desarrollar proyectos de emprendimiento que le permitan una mejor calidad de vida y poder ayudar a sus coterráneos.

Escrito Por: Luis Enrique Hurtado R.

La crisis económica que  se recrudece con el pasar de los años en el territorio venezolano, ha provocado el desplazamiento de su población a países vecinos, dentro de ellos Colombia; país que durante el año 2018 recibió a más de 1.500.000  de personas que salieron de sus hogares, en diferentes estados venezolanos, para buscar mejores oportunidades de trabajo, alimentación y calidad de vida.

De acuerdo al último balance de la oficina nacional de migración colombiana, hasta noviembre de 2018, aproximadamente 1.032.016 migrantes habrían cruzado de forma regular  por el puente Simón Bolívar de Cúcuta,  utilizando su pasaporte y  otros documentos como cédula de identidad y  Tarjeta de Movilización Fronteriza.  Durante diciembre del mismo año se supone una salida de 250 mil venezolanos a Colombia, misma cifra que se consiente en los primeros 15 días del mes de enero de 2019. La oficina de Migración de Colombia no aporta datos de los que cruzaron de forma ilegal o por trochas, aunque las ONG que trabajan en los límites fronterizos hablan de la movilidad de  500 migrantes  el año pasado.

Sumado a las complejidades que implica el viaje de un país a otro, los costos de traslado, el cambio de uso de monedas además del nerviosismo e incertidumbre propios de los nuevos hábitos de convivencia en suelo extranjero, otro dilema se presenta para el migrante al momento de establecerse en cualquiera de las ciudades de destino.

Para María Pietri, una joven de 22 años de edad,  es una de las tantas que  viajó desde el oriente de Venezuela a Colombia, pero particularmente ella se estableció en Fusagasugá.  Dijo que quiso viajar al sur de Bogotá porque en la capital el tema de emplear a los  venezolanos es difícil, por la cantidad de paisanos que se encuentran en el lugar.

“Antes de salir de Venezuela busqué información y me hablaron de Fusagasugá, me hablaron de una ciudad tranquila y que ofrecía oportunidades de empleo, con más facilidad que en las zonas densamente pobladas”, argumentó.

Agregó que sus vivencias están cargadas de emociones encontradas. “Viajar desde Monagas, el estado donde crecí en Venezuela,  hasta Colombia;  representó para mí un reto. Durante los últimos cinco años de mi carrera universitaria guardaba la esperanza de que las cosas cambiaran en mi país pero llegó el momento de mi graduación y el tema político, social y económico en vez de mejorar empeoró, tal realidad me obligó a tomar la decisión de partir en busca de una mejor vida”, indicó.

Narró que llegar a Colombia, no le resultó fácil, pues se movilizó por vías terrestres e inseguras para abaratar costos. Otra odisea se le presentó cuando al llegar a suelo neogranadino, tuvo que compartir habitación con otras personas. Acostumbraba a tener espació para ella sola, esta situación fue traumatizante. El trabajo no era nada parecido a lo que de niña pensó hacer, sin embargo dijo “todo esto es nuevo y me toca luchar, no me queda otra alternativa”.

Establecida en Fusagasugá y tras repartir más de 50 hojas de vida, pudo ser contratada en una peluquería ubicada en la zona centro, desde allí fue vinculándose con las nuevas culturas y costumbres propias de los fusagasugueños, a quienes describe como gente amable y de buen corazón.

“Siempre me recibieron de forma cordial. Es un gentilicio muy parecido al venezolano lo que me permitió sentirme como si estuviera en casa”, reiteró.

Sostiene que vivir lejos de Venezuela, de sus afectos  y su familia, es complejo. Pero sentía las mismas emociones en su país, donde el ser una profesional universitaria no le garantizaba una estabilidad laboral, las oportunidades de desempeñarse en un oficio eran nulas y donde el sueldo que podía alcanzar en cualquier empleo, no le alcanzaba ni para alimentarse.

Dijo que a pesar de que tiene apenas dos meses en Fusagasugá, ha podido tener una buena alimentación, trabajar en un lugar agradable y sin presiones, desde acá ahorra para ayudar a su familia en Venezuela y tiene la esperanza de que el Gobierno Colombiano desarrolle nuevas políticas para apoyar a los venezolanos y reconocer sus estudios profesionales, obviando trámites protocolares que por el hecho de realizarse en Venezuela, son imposibles para los exiliados.

Sus proyectos

María Pietri, compartió con los reporteros de Fusagasugá Noticias, que a pesar de que es Técnico Superior Universitario en Administración de Banca y Finanzas, graduada en la universidad venezolana IUTURLA, posee proyectos de emprendimiento que quiere desarrollar en esta ciudad.

“Me gustaría desarrollar una microempresa de repostería, pastelería y todo lo relacionado a la dulcería. Del mismo modo registrar un grupo orientado a la producción de fiestas infantiles; es un oficio con lo que siempre me he sentido identificada”, alegó.

Sus esperanzas

“Guardo grandes esperanzas, una de ellas es progresar y tener las herramientas para poder ayudar a venezolanos en Colombia. Del mismo modo que la situación mejore en Venezuela para volver a encontrarme con mi familia y llevar el aprendizaje que obtuve en Fusagasugá, a mi tierra natal”, puntualizó al tiempo que precisó que tiene mucho que agradecer a los fusagasugueños.