Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino
A 41 días de realizarse las elecciones regionales, donde los colombianos elegirán a los gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles, se empiezan a generar alrededor de los directorios políticos una presencia de los mal denominados lideres de barrios o de los municipios, para gestionar recursos que le permitan satisfacer sus demandas familiares. Se empieza a notar en el ambiente político, la asistencia masiva de personas en los diferentes directorios de los candidatos que aspiran, solicitando apoyo económico para financiar algunos gastos del desarrollo de las campañas, pero que en la mayoría de las veces buscan, que les aporten dinero para sus gastos personales, con el fin de “garantizarles una significativa votación en las urnas”.
Actualmente los costos en que incurren los candidatos a estas Corporaciones Públicas, se han incrementado enormemente porque la competencia es alta, que de acuerdo a los comentarios que se escuchan en la calle, se ha vuelto voz populi entre las comunidades, que el mercadeo persa de votos se ha hecho costumbre en los sectores poblacionales más pobres de los municipios, que esperan con ansiedad la presencia del hombre del maletín que han sido comisionados por algunos aspirantes, para ofrecerles dinero para comprometerles su respaldo; ya no importa el discurso, ni el nombre, ni las tesis programáticas planteadas por los mismos; solo importa el valor económico que les ofrecen para comprarles sus conciencias.
Estas campañas mueven cuantiosas sumas de dinero para financiar toda la logística electoral. Hay que ser realistas. Así las autoridades les informen a los electores que se debe buscar elegir al mejor candidato, para que los representen en los cargos públicos o en las corporaciones, estos sanos mensajes que se difunden en los medios de comunicación para se desarrollen unas elecciones transparentes y limpias, sucede todo lo contrario. Algunas personas si cumplen con estas premisas. Pero, desafortunadamente la profunda crisis social y económica en que se debate la sociedad colombiana, donde los niveles de pobreza son muy altos en Colombia, que, de acuerdo con estadísticas publicadas por el Dane, 17 millones de personas ganan hasta dos dólares diarios y 5 millones obtienen solamente un ingreso de un dólar diario, éstas acuden a solicitar apoyo económico a los candidatos a cambio de obtener su respaldo electoral.
En las diferentes reuniones que se realizan, los denominados líderes políticos, les han exigido a los candidatos, recursos para realizarle las reuniones en los barrios, donde se les brindan un refrigerio con una empanada o buñuelo, para que acudan masivamente con los integrantes de sus familias e inviten a otros vecinos, que, en la mayoría de las veces, no han tenido la oportunidad de cenar para satisfacer transitoriamente sus necesidades fisiológicas del hambre. Solamente invierten el 30% de lo que les dan y el resto es para los bolsillos de estos dirigentes. Lo que no sabe el aspirante, es que el mismo supuesto “Líder” invita a otro candidato de un movimiento político para pedirle dinero para organizarle una reunión política en el mismo sitio del anterior. Y vuelve y juega, acuden todas las mismas familias porque esa noche les van a dar tamal con chocolate. Y así sucesivamente este mercader de la política logra durante el proceso electoral algunos dividendos económicos para su propio peculio y las promesas que realizaron los candidatos a los cuales invitó, quedan en veremos, porque no hay nadie quien se conduela con el dolor y las necesidades de los sectores poblacionales que venden su voluntad política, el día de elecciones por dádivas económicas por un plato de lechona o un tamal con chocolate.
El ejemplo lo reciben del gobierno nacional al repartirles la mermelada a los parlamentarios para que le garanticen la aprobación de sus iniciativas gubernamentales. Por tal motivo, se ha perdido la decencia moral en los procesos electorales que, en otrora, se destacaban por la primacía de las propuestas programáticas que ofrecían los candidatos que aspiraban a ocupar las curules de las Corporaciones Públicas y no se necesitaba que existieran los compromisos monetarios para cautivar el electorado.
Además, es muy triste ver cómo la clase dirigente política en nuestras regiones se aprovechan de la población marginada y sin educación, prometiéndoles que van ser los salvadores y que gestionarán los recursos para desarrollar las obras de desarrollo social y económico cuando asuman sus cargos o sus curules, pero una vez elegidos se vuelven inalcanzables y ajenos a la vista de los electores, porque la mayoría de ellos manifiestan que ya les pagaron por su apoyo electoral y que no tienen responsabilidad sobre el futuro de ellos. Que esperen 4 años que allá volveremos a ofrecerles dádivas por sus votos.
Luis Alfonso Albarracín Palomino, economista de la Universidad Nacional, con postgrado en Gestión del Desarrollo Regional, Magíster en Educación y Desarrollo Comunitario. Fue Decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Surcolombiana.