Por Juan Niño López
La vida humana es imposible de entender y explicar sin entender y explicar el Arte; y el Arte no es posible de entender y explicar si no entendemos y explicamos la Estética como un asunto primordial.
Fue el filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten (1714 – 1762) quien estableció el término de Estética como ‘ciencia de lo bello, misma a la que se agrega un estudio de la esencia del arte, de las relaciones de éste con la belleza y, además, otros valores’. “El término estética (del griego αἰσθητική [aisthetikê], ‘sensación’, ‘percepción’, y este de αἴσθησις [aísthesis], ‘sensación’, ‘sensibilidad’, e -ικά [-icá], ‘relativo a’) tiene diferentes acepciones. En el lenguaje coloquial denota en general lo bello, y en la filosofía tiene diversas definiciones: por un lado es la rama que tiene por objeto el estudio de la esencia y la percepción de la belleza; por otro lado puede referirse al campo de la teoría del arte, y finalmente puede significar el estudio de la percepción en general, sea sensorial o entendida de manera más amplia. Estos campos de investigación pueden coincidir, pero no es necesario”. (Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Est%C3%A9tica).
Frecuentemente se esquematizan los contenidos estéticos como: Impulsos (Instintos), Sensaciones, Emociones, Afectos, Intuiciones, Razones y Fe que se pueden agrupar en Percepciones sensibles (sensoriales, sensuales) e Intelectuales; o, de un modo más corriente, en Sentimientos y Pensamientos.
En última instancia, la Estética nos lleva a una reflexión sobre lo que el Arte contiene; es decir, sobre el sentir y el pensar del Artista. Y son estos “sentires y pensares artísticos” los que en mayor parte han determinado la historia de la humanidad y la siguen determinando hoy. El mundo ha sido, es y seguirá siendo Arte en un significativo porcentaje; por el otro lado, está el mundo natural. Quiere decir esto, que nuestra vida, como seres humanos, en el principio es natural y muy pronto, casi inmediatamente, correlativamente, artificial o Arte. Naturaleza y Arte son las dos grandes arterias de nuestra vida.
Una vida sin arte es primitiva, brutal, salvaje, dominada por los impulsos naturales primordiales. Y no digo que esta sea mala o perversa, dañina, sino simplemente bestial; y hay muchos que así la gozan y saborean, nada censurable. Pero, si debo afirmar -con autoridad- que el Arte agrega a cualquiera vida una dimensión espiritual (psíquica, anímica) muy especial, más amplia y completa que la simple intelectualidad o racionalidad. Tal vez, la vida primitiva está muy cerca de la racionalidad y de la fe. Pero una vida más completa y casi perfecta en la madurez de nuestras capacidades esenciales se da gracias a la Estética, al Arte; estos dos elementos son los que permiten el desarrollo íntegro de los sentimientos, de las emociones y los afectos. De estos emergen nuevas y mejores formas de intuiciones, pensamientos y creencias, muy diferentes de los que emergen de los impulsos naturales y las sensaciones básicas.
La Estética y el Arte surgen como construcciones espirituales innovadoras, mejoradas siempre, perfeccionándose siempre; son la aventura del espíritu humano en la búsqueda de su plenitud.
Si lo que deseamos es ser mejores seres humanos, si pretendemos ser una humanidad mejor, estamos obligados a acercarnos al Arte y por este a la Estética. Por lo contrario, solo seremos una humanidad brutalmente científica y tecnológica. Lo que nos humaniza se llama Arte, Estética; estos son nuestra capacidad, fuerza y potencial emocional y afectivo. Lo demás es racionalidad primitiva, sensualidad bruta, fe ciega, sin corazón, vacíos espirituales. Son las emociones y los afectos los que nos hacen humanos, y entre ellos, el más grande se llama amor.