Panorámica desde el Séptimo Piso

Por: Andrés Becerra L.

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Uno no espera encontrar una clave para la vida en un programa de humor, así que, cuando aparece, puede pasar desapercibido.

Estaba viendo un video llamado “Para reír en serio” (https://m.youtube.com/watch?v=z4QQpVkmiQQ) y en el minuto 48 el rabino Eliezer Shemtov dijo algo en el sentido de que ésta es la única vida que tenemos para vivir y que lo que suceda después de ella sólo será el resultado de lo que hagamos acá, así que lo importante es vivirla plenamente, más ocupados en ella y con ella que en lo que puede pasar después de ella. Esto me hizo detener el video y pensar un momento en el asunto.

Hay muchas interpretaciones espirituales de nuestra presencia en el planeta, pero podríamos decir que básicamente hay tres grandes grupos: Uno en que se cree que esta es la única encarnación del espíritu que nos anima y que luego de la muerte permanecerá en el plano espiritual; otro en que se cree que el alma reencarna una y otra vez para ir evolucionando hasta regresar a la fuente de donde salió; y otro en que no se espera nada después de la muerte.

Desde la mirada del primero, resulta muy importante cumplir los mandamientos de su religión para tener derecho al cielo y para no ir al infierno de tortura eterna, que es la motivación principal de estos creyentes. Acá lo principal es la fe, aunque acompañada de buenas acciones. Se requiere creer.

Según el segundo, cuando se limpie el alma de todas las deudas adquiridas se alcanza otro nivel de consciencia y se queda con la fuente, es decir, no tiene que volver a encarnar, y esta es la meta a lograr. Acá no hay un infierno de tortura eterna, sino que se busca evolucionar para salir de la rueda kármica; el objetivo es un poco más asertivo. Acá no se requiere fe, pues la meta es conocer, saber. Se requiere practicar para verificar la doctrina; es un método científico de validación de una tesis propuesta.

En el tercero se trabaja en un crecimiento espiritual sin pretender objetivo alguno, pues el mero deseo de un logro ya es un entorpecimiento del proceso. Este concepto, para nosotros resulta más difícil de asimilar, pues es trabajar por algo que no se desea, y nuestra mente occidental salta inmediatamente con la pregunta obligatoria de “entonces, ¿para qué?”, ya que tenemos muy marcado el esquema de esfuerzo-logro. Acá tampoco se requiere fe, sino claridad conceptual y decisión de practicar con total desapego por el resultado.

A pesar de las grandes e importantes diferencias fundamentales entre los tres grupos, hay una coincidencia sobre la importancia de “esta vida” o, dicho en otros términos, “esta encarnación”.

En efecto, para los dos primeros, de lo que se haga en esta encarnación depende lo que suceda después de desencarnar, y para el tercero, lo que se haga acá define la clase de vida que se logra aquí mismo, es decir, para los tres es importante cómo se vive en esta encarnación. Esto nos lleva al concepto de vivir en el presente.

Para el primer grupo, la vida del mundo es poco importante porque la que cuenta es la futura; peor aún, es peligrosa porque los puede enviar al infierno por toda la eternidad. Esta postura puede inducir a vivir en el futuro deseado, desdeñando la vida presente, mirándola con sospecha, con temor.

Para el segundo grupo, la vida del mundo también resulta riesgosa porque puede generar más lazos que los mantengan atados a la rueda de las sucesivas encarnaciones, así que puede inducir a vivir en el pasado que ata y en el futuro deseado, desconfiando de todo lo que se haga en el presente. Sin embargo, se asume responsabilidad por la vida que se tiene, ya que se considera consecuencia de las encarnaciones anteriores; es una postura más adulta.

En cualquiera de los dos casos, se tiende a vivir enajenado, a enfocarse en una situación deseada o temida, en un pasado o un futuro, y puede inducir a “separarse del mundo”, lo cual le quitaría razón de ser a esta vida.

Si las almas salieron de la fuente y vinieron a este plano debe de ser porque se requería conocer esta experiencia, vivirla plenamente para aprender algo de ella, pero si se evita, si se elude, el propósito del “viaje” no se cumple. Eso sería tanto como entrar a la cancha de fútbol y no participar del juego porque se puede embarrar el uniforme, y quiere salir muy elegante en la foto después del partido; si lo que quiere es una foto linda, no entre a la cancha, y listo.

La tercera postura parece más coherente con el hecho de estar aquí, pues se asume procurando permanente consciencia de cada cosa que se vive y con total desapego del resultado final, sin temores por castigos ni deseos de premios. La Vida por sí misma, Vivir el presente, no el pasado ni el futuro.

Quizás en los dos primeros grupos el obstáculo principal es el Temor (más en el primero, donde solo hay una oportunidad de acertar, y si se falla, el castigo es implacable y eterno), pero eso iría en contra de como se ha descrito al Dios en que creen, porque si es amoroso, misericordioso y omnisciente, frente a esas cualidades tan excelsas nuestras humanas equivocaciones son menos graves que la orinada de pañal de un bebé, es decir, para ese Dios así descrito, todos nosotros somos inimputables.

Pues ya ven. Todas estas reflexiones surgieron de lo dicho por aquel gracioso rabino, a quien vale la pena oír, y decidí compartirlas con ustedes. Y agrego una final: Observen qué tan trascendente puede resultar el presenciar una charla humorística. 🙂

Namasté.