“Hoy vivimos en gracia no por nuestros méritos sino por lo que Jesús hizo en la cruz”
Y saber que antes de que Jesús entrara a nuestros corazones, todos nosotros no éramos nada, hacíamos parte del inventario de la creación sin ninguna influencia en la realidad. Algo que personalmente me llena de felicidad es reconocer que sin Dios no soy nada y que tengo una incapacidad infinita para hacer las cosas alejado de su Gracia.
En el libro de Hechos (4:13) Dios no narra cómo hombres ordinarios como Pedro y Juan, del vulgo y de lo más común y corriente son transformados por la presencia de Cristo en sus vidas. En la palabra de Dios dice explícitamente que eran hombres iletrados y sin preparación pero lo que los hacía ver diferentes era su contacto con Jesús y el practicar la gran comisión de anunciar el evangelio de la gracia.
Así mismo somos nosotros, personas común y corriente, con gran cantidad de defectos, equivocados, desviados del camino pero salvados por su gracia, salvados por su sacrificio en la cruz e igualmente resucitados en Cristo. La palabra es muy enfática cuando nos dice que antes de conocer a Jesús estábamos muertos en nuestros delitos y pecados (Efesios 2:1)
El acto de la resurrección de Jesús y toda su influencia en la historia de la humanidad se puede ver sintéticamente (si se quiere ver así) en el momento cuando nosotros lo aceptamos en nuestro corazón. Cuando ese evento llega a nuestra vida, podemos observar como poco a poco inicia un proceso de resurrección de las cosas que creíamos muertas, nuestro amor, la sinceridad, la honestidad, todo lo bueno y todo lo perfecto que hay en nosotros, ese material divino que Dios necesita para transformarnos cada día más al carácter de Cristo. Lo que se logra negándonos cada día más a ser como nosotros y dejando que Jesús tome su lugar en nuestras vidas. La resurrección nos convierte de personas ordinarias en personas extraordinarias, no por nuestras capacidades, ni por nuestros dones o talentos, sino por lo que hizo Cristo en la cruz.
La resurrección en nuestras vidas es un efecto real, que nos hace olvidar de nuestros supuestos privilegios y que nos impulsa a predicar las buenas nuevas de la gracia y la salvación. Sin importar, la presencia de Dios en nuestra vida nos hace mejores personas no por nuestros propios méritos sino por los méritos entregados por Cristo a nosotros aún sin merecerlo. Hoy es un día para pensar de donde nos sacó Dios y como la resurrección nos lleva de la muerte a la vida, nos da esperanza. Gracias Jesús por tu sacrificio en la cruz.
Julián Gelvez
Fundador Río Arriba