No obstante que uno sabe cómo es él, ésta que les está haciendo a su hermano y a su hijo mayor es campeona. Campeona, -me refiero-, al campeonato de la deslealtad y las traiciones.

Por Carlos Alonso Lucio

Lo vengo diciendo desde hace años y se los repetí en la campaña presidencial: no se distraigan tanto con los devaneos pseudo izquierdistas de Petro que el problema principal no es ese. El problema principal es que Petro tiene unas protuberancias de carácter y de conducta que hacen de él una persona que siempre está en función de hacerle daño a alguien.

Con Petro está pasando algo muy particular que consiste en que sus actos están superando, en mucho, los malos augurios que se tenían de él. Se sabía que era capaz de pasar por encima de lo que fuera con tal de trepar hacia el poder, tal como lo hizo con Carlos Gaviria en su desleal disputa por la candidatura del 2014 o como lo ha venido haciendo con la memoria de Carlos Pizarro, a quien ha querido suplantar históricamente haciéndose pasar como el comandante de la paz del M-19.

No obstante que uno sabe cómo es él, ésta que les está haciendo a su hermano y a su hijo mayor es campeona. Campeona, -me refiero-, al campeonato de la deslealtad y las traiciones.

Esta semana, Petro publicó un comunicado oficial que quedará inscrito en la antología de las barrabasadas presidenciales. Leámoslo completo. Vale la pena.

“Comunicado a la opinión pública

El 7 de agosto pasado hice un compromiso con los colombianos y colombianas. Tengo la responsabilidad de ser leal al voto que muchos de ustedes depositaron en mí (sic). Debido a la información que se rumora en la opinión pública sobre mi hermano Juan Fernando Petro Urrego y mi hijo mayor Nicolás Petro Burgos, le pido al Fiscal General de la Nación adelantar todas las investigaciones necesarias y determinar posibles responsabilidades.

De nuevo reitero que el único funcionario que cuenta con el aval del Gobierno (sic) para tener contacto con las organizaciones al margen de la ley, con el objetivo único de la búsqueda de la paz, es el Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda.

Mi gobierno no otorgará beneficios a criminales a cambio de sobornos. Al contrario, nos encontramos en la construcción de los mecanismos legales para que estas agrupaciones al margen de la ley se acojan a la justicia, reparen a las víctimas y cesen la violencia en las ciudades y demás territorios. La protección de la vida es una prioridad.

Mi compromiso con Colombia y con las colombianas y los colombianos es lograr la Paz y quien quiera interferir en ese propósito, o sacar provecho personal de este, no tiene cabida en el Gobierno (sic), incluso si son miembros de mi familia. Confío en que mi hermano y mi hijo puedan demostrar su inocencia pero respetaré las conclusiones a las que llegue la justicia.

GUSTAVO PETRO URREGO
Presidente de la República de Colombia”

Pensemos un poco más sobre este escrito.

Hay que comenzar por decir que el comunicado es una burla al sentido más elemental de la inteligencia de los colombianos. Nos está tratando como si fuéramos imbéciles.

¿Cómo así que el presidente Petro le pide al Fiscal General que investigue a su hermano y a su hijo mayor por cosas que él mismo los mandó a hacer? Eso sí, dando a entender que él no tenía nada que ver.

¿Será que el presidente Petro cree que los colombianos olvidaron que cuando los medios de comunicación pillaron a su hermano entrando a la Picota, en plena campaña electoral, él salió a decir que entre su campaña y los presos estaban comenzando a desarrollar una política que en aquel momento dio en llamar “Perdón social”?. Esa declaración la hizo a través de la W y todo el mundo la escuchó porque fue la primera explicación que dio sobre un hecho que desde el principio se entendió como algo muy sospechoso y muy delicado. Allí nos quedó claro a todos que Juan Fernando Petro no fue por cuenta propia sino en cumplimiento de una misión que le encomendaron su hermano, el candidato presidencial, y la campaña del Pacto Histórico.

Que no vengan ahora Petro y los congresistas del Pacto Histórico a engrupir con el cuento de que si Juan Fernando y Nicolás Petro delinquieron, lo hicieron por su cuenta y riesgo. Para los que tenemos un mínimo de conocimiento de la política colombiana, siempre quedó claro que la consigna estratégica de Petro y de su campaña fue aliarse hasta con el diablo para garantizar su triunfo electoral.

¿Cómo va a salir Petro, ahora, con el embuste de que si su propio hijo Nicolás tuvo relaciones non sanctas fue sin su consentimiento? Cuando todo el mundo vio las alianzas electorales que hizo el Pacto Histórico con las fuerzas de la parapolítica de la Costa Atlántica. Resulta más que evidente que su hijo se reunió con los políticos de todos los pelambres atendiendo a una clara orientación estratégica de la campaña presidencial de su papá.

De la misma manera que don Juan Fernando se reunió con todo tipo de mafiosos para hacerse al apoyo financiero, electoral y criminal a la campaña presidencial de su hermano. Basta mirar algo tan evidente como que Petro arrasó electoralmente en todas las zonas dominadas por las economías ilegales. Miren las votaciones por Petro en las zonas esquilamadas por el Clan del Golfo, por ejemplo.

Hay fichas del rompecabezas que comienzan a aparecer en medio de las noticias sobre el expediente del fraude electoral que se abre. Ahora comenzamos a comprender algo tal incomprensible como el nombramiento del Comisionado de Paz. Hasta ahora, nadie había entendido por qué Petro había nombrado a una persona tan sin preparación para esa tarea. Una persona sin trayectoria, sin ninguna credibilidad, sin ningún conocimiento del tema. Cada vez que el señor Rueda habla sobre la Paz Total uno se da cuenta de que allí no hay nada ni medianamente presentable.

La razón parece ser muy concreta: había que darles confianza a los nuevos mejores amigos del presidente Petro y quién mejor para ello que uno de los personajes que habían urdido los acuerdos electorales con las organizaciones criminales. Todos vimos las fotos de que quien acompañaba a la Picota a su hermano Juan Fernando Petro era Danilo Rueda, el sorprendente nuevo Comisionado de Paz.

Ahora comenzamos a comprender, también, cosas que resultaban tan incomprensibles como la búsqueda irracional por garantizar la excarcelación y la impunidad de los peores criminales del país. Hasta el descaro de querer blindar con la peor impunidad al criminal que intentó asesinar al expresidente Duque, su odiado antecesor.

De la misma manera que comenzamos a comprender la determinación gubernamental de frenar la erradicación de cultivos ilícitos y la persecución de los laboratorios de procesamiento de drogas.

Que no venga Petro a decir en su comunicado que le pide al Fiscal General que abra una investigación dizque “Debido a la información que se rumora en la opinión pública sobre mi hermano Juan Fernando Petro Urrego y mi hijo mayor Nicolás Petro Burgos”. No señor! No es debido a que hay rumores en la opinión pública sino a que hay pruebas en un expediente que el Fiscal General había abierto desde antes de que el presidente hubiera salido con el papelón de perdírselo.

Que no venga Petro a decir en su comunicado dizque “Mi gobierno no otorgará beneficios a criminales a cambio de sobornos”, cuando ya los colombianos comienzan a explicarse a cuento de qué Petro les entregó a las organizaciones criminales unos ceses del fuego sin pedirles nada a cambio. Unos ceses del fuego tan impresentables con los que les ató las manos a los militares y a los policías para que no pudieran cumplir con el deber de perseguir a las bandas criminales. Unos ceses del fuego supuestamente bilaterales que, en la práctica, no eran otra cosa que la rendición de la Constitución y la democracia a los pies de la criminalidad.

Que no venga Petro a decir en su comunicado dizque “respetaré las conclusiones a las que llegue la justicia”, cuando no se trata de que él quiera respetar a la justicia sino de que le toca respetarla. ¿O acaso él cree que esto es una dictadura como la de su amigo Maduro?

No señor! Aquí los colombianos todavía estamos en condiciones democráticas para exigirle a la justicia que cumpla con su deber y que comience, de una vez por todas, a revisar la validez de una elección que parece estar contaminada de ilegalidades hasta los tuétanos.

A todas estas uno podría, incluso, recomendarles a las señoras ex ministras de cultura y deporte que no se sientan tan ofendidas con la forma grosera e irrespetuosa como las echaron. Si Petro es capaz de traicionar a su hijo y a su hermano, como lo está haciendo, ¿qué no podremos esperar de él el resto de los mortales?