Panorámica desde el Séptimo Piso
Por: Andrés Becerra L.
La semana anterior (https://fusagasuganoticias.com/word/opinion/es-que-yo-no-estaba-ahi/) nos quedó una pregunta final que sirve de pie para ésta: “¿Para qué vivo?”, y en otra columna (https://fusagasuganoticias.com/word/opinion/que-sentido-tiene-todo/) habíamos mencionado “El Verdadero Propósito de La Vida”, pero no lo hemos desarrollado, así que vayamos atando cabos y digamos algo sobre este tema tan constante en las inquietudes diarias de la Humanidad.
¿Somos en verdad los humanos individuos especiales, o somos como las moscas, que nadie distingue una de otra? ¿Tiene la vida de cada humano un propósito particular, o es apenas uno más entre millardos y no hace diferencia alguna que nazca éste o aquél?
Si mi vida tiene un propósito especial, si es importante que quien haya nacido sea yo y no otro en mi lugar, ese objetivo debe corresponder a algo que nadie más pueda lograr, sólo yo, porque si lo pudiera cumplir otra persona, yo resultaría reemplazable, y sería como otra mosca más. Así que, la pista a seguir es “¿Qué puedo hacer yo que nadie más pueda hacer?”.
¿El trabajo con el que gano mi sustento (incluye todas las profesiones y todos los oficios)? Lo han hecho y lo hacen millones.
¿Inventar algo muy novedoso, como la bombilla eléctrica? ¿Eso significa que si no hubiera nacido Edison seguiríamos alumbrándonos con mecheros? Esta idea repugna a la razón; tendemos a pensar que si no lo hubiera hecho él (si fue él) lo habría logrado otro en su lugar.
Para no alargar el proceso de preguntas y descartes, aventuro una tesis.
Lo único que otra persona no puede hacer en lugar de usted es experimentar lo que usted experimenta, aprender lo que usted aprende. Otro puede fabricar su cama, y se la entrega para que usted la disfrute, pero la experiencia de hacerla se queda en él, el aprendizaje obtenido en el proceso se queda en él; eso no se lo puede trasladar a usted.
Si usted quiere saber realmente qué es fabricar una cama, tiene que hacer una con sus propias manos, así como sólo se puede saber lo que es parir un hijo pasando por esa experiencia. Los hombres podemos ser muy observadores del proceso de embarazo y parto, y elaborar toda una monografía sobre el asunto, pero no tendremos el conocimiento pleno de lo que es un parto porque no podemos vivirlo en carne propia.
Esto lo expresan de diversos modos los refranes populares: “Una que ha sido madre sabe lo que es tener un hijo”, “No crea que basta con soplar para hacer botellas”, etc.
Así que mi tesis (que, por supuesto, no reclamo como exclusiva) es que NACIMOS PARA APRENDER, y eso se logra viviendo, experimentando, usando los sentidos de nuestro cuerpo. Si el cuerpo no fuera importante no hubiera ocurrido el acto de encarnación, porque la naturaleza es económica, sigue la línea del menor esfuerzo, así que si lo tenemos es porque “se necesita para lo que hay que hacer”.
Ahora viene otra pregunta, derivada de lo anterior: ¿Aprender qué?
Si lo miramos desde un enfoque materialista la cuestión pierde bastante sentido, porque daría igual qué aprenda, dado que con cualquier conocimiento haría lo que debe hacer, como la mosca que cumple su ciclo vital y su función en el planeta sin trascendencia para el individuo (hasta donde sabemos). Así que tendríamos que asumirlo desde el enfoque espiritualista de que somos un espíritu trascendente que se encarna en estos cuerpos que habitan el planeta.
Viendo que estamos en tan diferentes escenarios y circunstancias, sospecho que cada quién viene a aprender algo importante para él y que puede ser diferente de lo que necesitan aprender otros. Y pienso que no se refiere a carpintería o mecánica de automóviles, puesto que este aprendizaje sería útil tan sólo para desarrollar algunas actividades secundarias en el contexto social; el aprendizaje que importa sería el que transforma nuestro ser, el que cualifica nuestra personalidad, el que genere para ese espíritu trascendente un acumulado que le permita ir evolucionando, mejorando.
Me parece que para alcanzar una meta de perfección no basta con CREER en lo que hizo un Maestro, sino que es indispensable RECORRER el mismo camino que recorrió él, HACER lo necesario para alcanzar su condición, VIVIR todas las experiencias para acumular todos los aprendizajes que conducen a la plena SABIDURÍA.
La evidencia diaria nos indica que una sola encarnación no sería suficiente para aprender todas las lecciones, así que se requerirían múltiples encarnaciones para que cada espíritu vaya “llenando su álbum” paso a paso, así como nadie se hace profesional con un año de estudio.
Así como hay personas en los distintos grados del sistema educativo, desde Preescolar hasta Universidad, y en ésta se distribuyen en distintas disciplinas, así en la Gran Escuela que es La Vida hay personas aprendiendo Humildad, otras siguen el curso de Castidad, otras el de Servicio Desinteresado, etc., y lo hacen en diferentes espacios adecuados para el curso que toman (su trabajo, su familia, su país).
Desde esta comprensión del Verdadero Propósito de La Vida surge una noticia liberadora: “ES IMPOSIBLE FRACASAR”. Si cada experiencia le deja a usted un aprendizaje, y aprender es el objetivo de la vida, todo el tiempo está teniendo éxito, y resulta imposible que alguien pase por la vida sin lograr aprender algo, por mínimo que sea, así que algo avanzó, es decir, No Fracasó.
Asumir la vida desde esta perspectiva es muy desestresante, muy liberador. Y pretender abarcar este tema tan amplio en una columna resulta muy complicado, así que los dejo reflexionando y remato con una octavilla que me obsequió la vida el día que logré comprender lo que acá intenté compartir con ustedes.
Gracias, Padre, por mostrarme
y ayudarme a comprender
que el objeto de la vida
es Aprender y Crecer;
algunos con duros golpes,
y otros por la razón,
pero todos sometidos
a la Ley de Evolución.
Namasté.