El verdadero templo es nuestro corazón.

Por Julián Gelvez

En el libro de Marcos (11:15-18) se narra la historia de la llegada de Jesús al templo sagrado en la ciudad de Jerusalén y de cómo vuelca las mesas en medio de un sentimiento de ira, al ver en lo que habían convertido la casa del Padre.

La ira radicaba en que Jesús sabía de los negocios establecidos por los fariseos mercaderes en el templo. Uno de los negocios que desató la ira de Jesús era la venta de animales “perfectos” para el sacrificio de la celebración pascua (celebración de la salida del pueblo de Dios del cautiverio de Egipto). Los mercaderes fariseos eran quienes tenían el poder de avalar si el animal era perfecto o no para el holocausto, pero curiosamente la mayoría de los animales entregados por los pobres eran encontrados impuros por aquellos mercaderes, a  lo cual éstos le ofrecían animales aptos para el sacrificio. Era un negocio muy prospero dentro de los fariseos y que además ponían en riesgo la economía de los judíos pobres. Dilatando de esta manera la injusticia vivida en los tiempos de Jesús. Como todos lo sabemos el hijo de Dios era también una especie de paladín de la justicia. Y ante semejante situación Jesús los llamo ¡Ladrones!

Hoy más que nunca Dios nos llama a destruir el falso templo que hemos construido para Él. Un templo hecho a nuestro acomodo, con las limitaciones propias de nuestra sabiduría y orgullo y que además aloja ladrones (distractores) que nos alejan de la verdad y del amor divino de nuestro Padre.

El volcar las mesas puede significar (si se quiere) un cambio de estado espiritual y una revolución que nos desacomoda de lo que siempre hemos pensado de lo que es nuestra relación con Dios. Precisamente Jesús nos invita a volcar las mesas y echar afuera todo lo que nos distancia del amor de Dios. ¿Pero qué cosas son las que debemos echar fuera de nuestro templo? Quiero que te tomes un tiempo para pensar en esa pregunta.

Hoy es muy común que idolatremos las cosas materiales, el dinero, nuestras mascotas, un vehículo por ejemplo, el trabajo, nuestra pareja o nuestros hijos. Así mismo como la vanidad, la mentira, el adulterio o los excesos llevados por ejemplo al alcoholismo o la drogadicción.

¿Cómo es el templo que quiere Dios?

Recordemos que un templo es una edificación destinada a un culto religioso o consagrado a una divinidad. Es importante tener en cuenta que tipo de templo exige Dios para morar en nuestro corazón. En el libro de Hechos (13:21-22) podemos develar que Dios busca templos conformes a su corazón, es decir agradables a Él. También en Isaías (57:15) nos habla que Dios habita en los corazones humildes. La humildad es un requisito primordial para agradar a Dios y de esta manera Dios hará de tu corazón un templo digno de su presencia.

Dios busca corazones que le agraden, así como el corazón de Jesús – Mateo (3:17).

Justamente hacemos todo lo contrario y levantamos templos vacíos y al mismo tiempo llenos de ladrones que nos roban el privilegio de andar de la mano de Dios. Cuando enfrentamos esta realidad algunas personas prefieren entra en una especie de rebeldía a causa del desconocimiento porque se considera que aceptar a Dios en el corazón es el inicio de una vida llena de prohibiciones, lo cual es falso. Dios te orienta acerca de las cosas que te convienen para llevar una vida espiritualmente sana y eso se ve reflejado en tus actos diarios.

Así que hoy Jesús te invita a que revoluciones tu espíritu, eches fuera todo lo que no conviene en tu vida y destruyas el templo para edificar uno mejor y agradable al corazón de Dios.

¿Qué necesitas para edificar un nuevo templo?

Alcanzar el perdón de los pecados, resultado de un arrepentimiento (genuino) previo.

Reconocer que somos débiles y necesitamos la ayuda de Dios para mejorar (alcanzar la humildad)

Ir a un estado de obediencia (conversión). No una obediencia ciega, sino una obediencia basada en el amor, la fe y la razón.

Alcanzar la fe

Buscar sinceramente a Dios y no usarlo como una lámpara de Aladino

Entregarle a Dios todo lo que no necesitas (así te duela)

No es una lista concreta y mucho menos una fórmula mágica, es solo lo que a partir de mi experiencia te puedo decir. Todas las experiencias con Dios son personales e íntimas.

Hoy Dios te llama a rebelarte de ti mismo, de lo que te esclaviza y te aleja de Él, a echar fuera las cosas que son nocivas para ti, quizá un vicio, una relación de pareja tormentosa, un trabajo estéril que te hace infeliz, un sueño aplazado, el orgullo, el amor irracional por el dinero, entre otras cosas.

Revoluciona tu espíritu, vuelca las mesas y echa fuera todo lo que te ata a una vida miserable y sin Dios.