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Panorámica desde el Séptimo Piso

Por: Andrés Becerra L.

La vida tiene el más refinado sentido de la ironía, es experta en el más cruel y malévolo sarcasmo.

El pasado 9 de febrero se entregaron los premios que concede el Círculo de Periodistas de Bogotá —CPB- a los mejores trabajos periodísticos en distintas categorías. El evento tuvo la presencia del Presidente de la República, quien participó con un discurso de algo más de 25 minutos que ustedes pueden ver en la siguiente dirección: https://m.youtube.com/watch?v=oP9LFX7fNm0

Andrés Becerra L.
Andrés Becerra L.

En el minuto 16 del video el Presidente comienza a narrar una situación que vivió en la vereda Siberia, del municipio Valdivia, en el Bajo Cauca antioqueño, donde estuvo ese mismo día reunido con alcaldes y líderes de las Juntas de Acción Comunal de la zona.

Cuenta el Presidente que, a raíz de la desmovilización de la guerrilla para concentrarse en las zonas veredales donde se dará el proceso gradual de entrega de armas, la gente de esa región sintió mucho miedo al ver que el Frente 18 se marchaba. Así se lo confesó una líder comunal, de nombre Marina, quien le contó que tres de ellos persiguieron a los guerrilleros y le preguntaron al comandante del Frente: “¿Y ahora qué va a pasar con nosotros, quién nos va a cuidar?”. El comandante guerrillero les respondió que se devolvieran, que ahora los iban a cuidar los Generales del Ejército de Colombia.

Es inevitable que a uno se le ocurran algunas preguntas, como “de quién” los cuidaba la guerrilla.

Pero quizá más importante que determinar con precisión cuál era el enemigo del que las protegía el Frente guerrillero, es observar la relación comunidad-guerrilla.

El cuadro que —sin querer, seguramente- pintó el Presidente, es el de comunidades que conviven con un Frente guerrillero que las cuida y defiende de algún enemigo, que les ofrece una sensación de seguridad porque las está acompañando; es tanto así que, cuando ese Frente empieza a irse para otro territorio, la gente de la zona se siente abandonada, en peligro, con “mucho miedo”, y se pregunta “¿qué va a pasar ahora, quién nos va a cuidar?”. Y se lo reclaman al comandante guerrillero.

Durante muchos años, décadas incluso, los medios de comunicación, haciendo eco a los gobernantes, convencieron a la gente de las ciudades, esa que solo ha visto un guerrillero por televisión, esa que no logra imaginar siquiera cómo es la vida en un territorio sin pavimentar, sin agua corriente, sin electricidad, sin hospital, sin escuela, la convencieron, digo, de que las personas en el campo estaban sometidas a un régimen de terror impuesto por los Frentes guerrilleros, coartadas en su libertad de muchas maneras, violentadas de muchos modos por esos “bandidos terroristas”.

No digo que no haya sido así, ni pretendo afirmar aquí que los guerrilleros han sido ángeles custodios, solo candor y ternura. De hecho, ellos mismos han reconocido muchos crímenes atroces.

Lo que llama mi atención es que sea justamente el Presidente —que antes de serlo fue Ministro de Defensa y combatió la guerrilla combinando todas las formas de lucha (recuérdense los llamados “falsos positivos”)- el que venga a contarnos ahora que cuando la guerrilla se marcha de un territorio, en lugar de que los lugareños salten de alegría y armen una fiesta de liberación de ese yugo oprobioso, en lugar de eso sienten miedo porque se quedan solos, sin quién los cuide, y corren detrás de los “opresores” a reclamarles por su marcha.

¿Qué nos está contando, Presidente? ¿Que hay regiones donde la guerrilla convive en buenos términos con las comunidades y les brinda protección, seguridad? ¿Que son ciertas esas historias que pululan por ahí de que en muchas partes la guerrilla ha saneado y ordenado la vida de la comunidad, liberándola de ladrones, patrones abusivos, negociantes extorsivos, y otras malas yerbas? ¿Que esas comunidades aprenden a convivir con la guerrilla porque ésta se convierte en el remplazo del Estado que las tiene abandonadas?

No quiero afirmar nada sobre el asunto. En esto hay tanto de largo como de ancho, y los datos que se reciben no son completos ni confiables al ciento por ciento. Como se dice desde hace décadas, la primera baja en una guerra es la verdad, y nuestra guerra ya lleva más de cincuenta años, así que lo que queda de verdad resulta muy difícil de recuperar.

Solo quería comentarles el asombro que me generó la anécdota del Presidente, porque resulta muy macondiano que sea precisamente él quien venga a contarnos que la gente de una comunidad se siente mejor con guerrilla que sin ella, que sienta miedo de perderla. ¿Sería por eso que tantos votaron por el NO?

Namasté.