Ni encuestas ni debates ayudan a la selección. Esta matriz central permite escoger el candidato (como se hace para cualquier cargo)

Por: Juan Manuel López

Estamos abrumados por encuestas, debates y entrevistas con los que nos tratan de inducir a escoger el candidato a la presidencia. Ninguno de estos mecanismos ayuda verdaderamente a que la selección sea la más apropiada.

En cuanto a los debates y las entrevistas la realidad es que todos los aspirantes a la primera magistratura son por esencia y por naturaleza populistas. Al fin y al cabo todos buscan hacer promesas que correspondan a lo que los electores quieren oír puesto que esa es la manera de alcanzar los votos. Si lo ofrecido es viable o no es tan secundario que ni se plantea algún programa para lograrlo. Son las estrategias y técnicas de mercadeo las que manipulan al elector y lo que se define no es cuál es el mejor producto sino cuál tiene mejor publicidad. Con mas razón hoy en día que, como lo hemos visto con los escándalos de Facebook, se puede determinar exactamente quién es susceptible de ser influenciado con uno u otro argumento.

Por otro lado aunque es cierto que lo que muestran las encuestas es la foto del momento esa está determinada por la forma en que se hacen las preguntas, por el universo que se escoge, por el momento en que se decide hacerlas, para reflejar en buena parte lo que desea el encuestador o sus patrocinadores. Esto sobre la base ya conocida de que las encuestas ayudan a movilizar a los electores que como apostadores en una rifa sienten que ganan si escogen a quien saldrá elegido.

El tercer elemento usado en los pronósticos es la repartición según los partidos políticos, o, dada la crisis que estos viven, la posible adhesión de las clientelas de cada parlamentario. Pero es también sabido que estos están más interesados en quedar en el campo del ganador que en defender una u otra posición ideológica o acatar disciplinas partidistas. La capacidad de endosar clientelas es de por sí bastante limitada, máxime que una vez elegido un congresista ya no tiene verdaderas motivaciones para hacer esfuerzos ni gastar recursos en nada diferente que lo que garantice su futura cuota burocrática.

Para presidente de la República esa matriz central es muy clara:
la primera condición es tener antecedentes de formación y/o experiencia que impliquen capacidad para decisiones administrativas

El ideal o el “debería ser” es que el votante decidiera su voto en la misma forma que se escoge el candidato para cualquier cargo. Esto es: 1. Establecer cual es el perfil que debe llenar el aspirante según las funciones que le toque cumplir 2. Estudiar las hojas de vida para ver cual es el que mejor cumple esos requisitos y 3. A través normalmente de una entrevista o de un estudio sicológico verificar que existe sintonía entre lo que se espera de él y lo que él espera del cargo. En el caso del puesto de presidente de la República esa matriz central es muy clara: la primera condición, por ser su principal responsabilidad el ejercer como cabeza de la administración pública de todo el país, es tener antecedentes de formación y/o experiencia que impliquen capacidad para decisiones administrativas. Una segunda condición, que por lógica debe llenar quien dirige una nación, es tener temperamento, capacidades, y ejecutorias como líder. Y en cuanto a la coincidencia entre los propósitos del candidato y lo que la empresa —en este caso el país— necesita, hay por supuesto ya un elemento de subjetividad consistente en que la orientación ideológica y política de quien vaya a recibir el respaldo del elector corresponda a lo que éste espera que como primer mandatario haga.

Con esta matriz central el voto puede ser afectado por una mayor o menos ponderación que se dé a alguno de estos elementos. Por ejemplo, alguien puede considerar que dado el caos en que se encuentra el país lo más importante son las condiciones de administrador, u otra persona preferirá darle mayor importancia a que su objetivo sea cambiar y acabar con el sistema que hoy se cuestiona.

También esta matriz es susceptible de ser ‘afinada’. Por ejemplo, subdividir los puntos: el 1 en la importancia de los cargos o estudios que configuran el requisito, y en los resultados que ha mostrado ya en el ejercicio. El punto de liderazgo entre la ascendencia que tiene directamente sobre la opinión o la población en general y la jerarquía que le reconocen la dirigencia y los factores de poder que tienen capacidad decisoria. En fin, la orientación puede referirse de un lado a la ubicación general en lo que se llama el espectro ideológico (de izquierda, centro, derecha, etc.) y de otro lado los casos sobre los cuales se están tomando las decisiones importantes del momento. En este punto subjetivo escojo quien cambie el modelo desarrollista por uno que dé prioridad a la armonía y la justicia social, y en lo coyuntural a la Paz y la seguridad.

Calificando de 1 a 5 los elementos, en orden alfabético tendríamos:

De la Calle: cargos de alta responsabilidad 4, resultados 4; liderazgo popular 1 sobre la dirigencia 1.5; orientación 1 (nadaista, ‘ni chicha, ni limoná’), paz y seguridad 3 (promedio de 4 paz y 2 seguridad). Total: 14.5

Duque: cargos directivos 1, resultados 3.5; liderazgo popular 1 (inexistente hasta el día de hoy), ascendencia en la dirigencia 1 (ningún antecedente); orientación ideológica 1 (si es la de Álvaro Uribe), temas puntuales 2.5 promedio (1 por paz y 4 por seguridad). Total: 10

Fajardo: cargos 4 (alcalde, gobernador, profesor), resultados 4; liderazgo popular 2, dirigencia 3; orientación 2 (centro derecha), temas puntuales 1 (el “ni, ni”). Total: 16

Petro: cargos 4, resultado 3 (en cuanto cumplimiento de su propósito), liderazgo popular 4, sobre dirigencia 1, orientación 2 (es mas caótico y de derecha que de izquierda), casos puntuales 3 (promedio 4 paz 2 seguridad). Total:17

Vargas Lleras: Cargo 4, resultados 3 (más imagen que realidad); liderazgo popular 2, sobre dirigencia 3.5, orientación general 2 (continuismo de derecha), casos puntuales 3 promedio (2 paz 4 seguridad). Total: 17.5