Por Fred Emiro Nuñez Cruz
Siento dolor de patria, hoy soy más solidario con las víctimas de los asesinos de las farc, así en minúscula.
Rendirle homenaje a un criminal es una afrenta a la sociedad mancillada por estos bellacos.
Una cosa es el perdón y otra la burla de unos desalmados que en lugar de contribuir a cerrar heridas demuestran que son Satán en una nación ávida de cambios, paz real y construcción de sociedad.
Ojo, compatriotas, no podemos ser indiferentes ante este acto grotesco y detestable. Castiguemos en las urnas a quienes han dañado y vendido la patria al peor postor parido del mismo infierno.
La gente buena y del común, no hace héroes de sórdidas leyendas. Hoy requerimos escribir una nueva historia, la misma debe, necesariamente, incluir a la gente del común, donde los cínicos queden al garete sin oportunidad para el engaño. Las provocaciones e inventos de lanzar gritos al viento como simulación de gratos recuerdos engendrados en viles y manzanos personajes debe dormir en mentes enfermas de unos cuantos que anhelan el poder para venezolanizar y cubanizar a la patria Boba, la misma que aún no despierta de su letargo y adormecido estado por la inyección somnífera de unos partidos vende patria especialistas en birlar el Erario y los derechos fundamentales de la sociedad criolla.
Dejemos que estos cobardes vivos entierren a sus muertos, mientras tanto izar el pabellón de la nobleza es una buena opción para demostrar que en Colombia los buenos debemos seguir la supremacía de creer en lo sobrenatural por encima de las banalidades extremas.
Morir o vivir en este territorio de obstinados soñadores, sin curules para opinar, es tan aventurado como creer que nuestros dirigentes van a cambiar de actitud o sus maneras de enredar y entorpecer a quienes mal invierten sus tiempos para escuchar tantas mentirosas promesas juntas.
La sal ya perdió su sabor, el azúcar de nuestra caña no sabe a miel, el café es agridulce, la educación es un negocio, la salud una mafia, la
Justicia una risa, los ciudadanos sufren del olvido, la Política es greda y los valores perdieron su esencia. Sigue el repertorio de las mentiras con desaforados hambrientos que pactan con Dios y con el diablo.
Todos juntos podemos salvar los obstáculos para nuevas generaciones.
En este tinglado juega un papel rancio el periodismo arrodillado, los periodistas con precio, los medios con sus intereses cantados y la ética agria sin principios.