Por: Por Juan Niño López

Quienes piensan que la Poesía ha muerto están completamente equivocados, no sé si por ignorancia, atrevimiento o ambos, ya que se dice comúnmente que la ignorancia es atrevida y en este caso se ajusta sabiamente.

La etimología define a la Poesía como un acto creativo, palabra que proviene del griego ποίησις término relacionado con ποιεῖν que es hacer o crear, que dio origen en latín a poesis. Así, todo Arte es Poesía.

“Como género literario,  se refiere a un sentimiento y reflexión profundos ante una experiencia estética propia, particular. Surge para comunicar, además del significado de las palabras, un sentido o sentimiento, forzándolo por el uso amplio de diferentes recursos que engloban elementos de literatura y música, principalmente la metáfora, una comparación, y la imaginería, que crean en la mente de quien la lee o escucha un mundo único, original, diferente del cotidiano, con un plano musical, escrito o hablado, un ritmo, que al receptor le produce cierto  ánimo extraordinario”.

El DRAE reseña que el término en castellano o español proviene “Quizá del fr. poésie, este del lat. poēsis, y este del gr. ποίησις poíēsis” y es: 1. f. Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa.

  1. f.Cada uno de los géneros en que se dividen las obras literarias. Poesía épica, lírica, dramática.
  2. f.por antonom. poesía lírica.
  3. f.Poema, composición en verso.
  4. f.Poema lírico en verso.
  5. f.Idealidad, lirismo, cualidad que suscita un sentimiento hondo de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje.
  6. f.Arte de componer obras poéticas en verso o en prosa.

De ninguna forma vemos, por esto, que la Poesía ha muerto. Me gusta ver que “cada generación nace con un poema al cuello”.

Aquí en Fusagasugá he conocido varios poetas jóvenes y otros no tanto, pero al fin y al cabo poetas muy vivos.

Kevín Andrey Santana López, con  24 años de edad,  escribe poemas y define su arte todo (también dibuja y pinta) como Poesías. Dice:

“Acompáñame a naufragar en las nebulosas de la mente y conocer los colores del alma; déjate llevar por los coquetos versos que este poeta quiere escribir en la sensibilidad de tu piel, ven y adéntrate en los suspiros efímeros de atardeceres dorados que bañan tus mejillas, cierra los ojos, besa, besa lenta apasionada y fuerte, besa los labios que hoy profesan tu belleza, todo esto te espera en los confines de vida para poder fundir tu alma con la mía… y si no quieres, vete al carajo”. (Cartas nocturnas).

Christian Fabián Romero, de 19 años de edad, Bachiller Agente de la Policía Nacional, escribe, extraordinariamente, lo siguiente:

“Que no te echo de menos, dices.

No sé si está es la frase más peligrosa que has podido disparar desde una boca.

La más arriesgada por lo menos.

O la más osada, diría yo.

Me has quebrado la armadura, que ya, de por si, estaba debilitada por tu ausencia, es algo que desgasta como el tiempo los muebles.

Te lo dije, soy más de ti que de mi.

Te echo de menos en cada despertar, cuando mi pierna se estira hacia tu lado y no termina por golpear la tuya.

Te echo de menos en las comidas, cuando cocinar era algo más divertido y había alguien para comprobar si el sabor era el adecuado o si sobraba sal de esas toneladas que suelo usar yo.

Te echo de menos en el baño, cuando nadie se mira en el espejo con tanto glamur y solo me veo yo, despeinado y más bien tirando a derrota.

Te echo de menos en la ducha, cuando hay demasiado espacio y mucha suciedad que quitar.

Te echo de menos cuando camino por la casa y el único sonido que oigo es el de la cascada de nuestro acuario o el del gato pidiéndome más comida,

pero ni rastro de tus te quieros liberados esporádicamente y cuyo eco llegaba a todos los rincones.

Te echo de menos cuando entro por la puerta y cuelgo mis llaves pero faltan otras que hagan compañía a las mías.

Te echo de menos cuando el silencio me habla de ti.

Te echo de menos cuando me tocó el cuerpo y no noto ni rastro de tus manos ni de tu olor.

Cuando el momento más pesado es el de ir a dormir, cuando siempre ha sido mi favorito.

Te echo de menos cuando me dices «eres el mejor» al oído y me sonríes, porque yo nunca podré decírmelo.

Te echo de menos cuando haces que este corazón minusválido ande.

Cuando me haces crecer con tu mano sobre la mía, cuando aceleras el coche y mi corazón, cuando tengo alguien a quien proteger, alguien a quien cuidar.

Te echo de menos.

Lo creas o no.

Ya va siendo hora de que no lo olvides.

Si después de leer lo anterior, original de dos jóvenes poetas que van caminando e inventando versos,  creando poesías, y sigue usted afirmando que la Poesía ha muerto, tenga la seguridad de que el muerto es usted.