Una familia caleña está detrás del éxito empresarial de La Vaca que Ríe, la popular parada gastronómica de la vía que conduce de Bogotá al municipio de Melgar, en el departamento del Tolima, que se convirtió en un atractivo más de la zona.
Redacción: Dinero.com
Yogures, arepas y otras delicias típicas de la gastronomía colombiana hicieron de este restaurante una parada obligada para cientos de colombianos que recorren esta tradicional carretera del centro del país.
Recién abierta la carretera Panamericana que reemplazó la ruta por Sibaté, (1973)empezaron a aparecer restaurantes populares que aprovechaban el flujo de autos.
Fue así como a don Luis Alfonso Reyes, un comerciante de leche, se le ocurrió la idea de hacer quesos para vender en la vereda de San Raimundo, municipio de Granada, Cundinamarca, por ser una región lechera.
Luego de algunas pruebas se concretó la fórmula de un queso tipo hilado mozzarella que se convirtió en el producto estrella del negocio.
Al poco tiempo su creador se asoció con su yerno, actual propietario, quien compró el negocio y lo impulsó al nivel que se encuentra hoy en día.
Primero fueron quesos, dulces y postres, luego, se abrió la línea de restaurantespara ofrecer comida típica al viajero, un modelo de negocio que no se había explotado hasta ese momento.
“La inversión fue trabajo duro, tres cantinas de leche que costaban cada una $50 (en la década del 70), que se cargaban en un burro y un caballo”, explica a Dinerouno de los miembros de la familia.
La Vaca que Ríe se convirtió en el principal sustento familiar. De hecho, la pareja de esposos fundadores vivían y trabajaban en el mismo lugar donde existe hoy.
Posteriormente, al proyecto se unieron hermanos que vinieron de Cali, especialmente una hermana que abandonó el magisterio en el Valle para contribuir con la implementación de nuevos postres.
Hoy en día, por su crecimiento y éxito, el negocio dejó de ser meramente familiar y se está reestructurando con fines de ampliación.
Uno de los grandes puntos a favor es el precio, dado que se consiguen productos desde los $4.500, como una taza de chocolate con queso, hasta platos fuertes por menos de $20.000.
La empresa asegura que una de sus claves de éxito ha sido la ubicación. “Estar en la vía nos permite brindar atención a viajeros que van y vienen de Bogotá a clima caliente por la ruta Panamericana”, aseguran.
También afirman que unos de los aspectos por los cuales han logrado posicionarse es el “equipo de trabajo y su sentido de pertenencia”.
“Trabajadores comprometidos con la labor de servir al cliente. La visión de oportunidad de negocio: ofrecer al consumidor lo que desea. La clave tal vez está en no parar nunca”, añade.
Actualmente, la compañía emplea a 180 personas de planta y algunos ocasionales para temporadas altas. Según los fundadores del negocio, a todos ellos “los caracteriza el alto nivel de compromiso y el sentido de pertenencia”.
Dado el éxito de este paradero gastronómico hoy existe por lo menos una docena de negocios que tratan de copiar la identidad de la Vaca que Ríe al adaptar la icónica figura del logo o realizar otras combinaciones con el nombre.
Frente a este tema los representantes del negocio aseguran que “siempre que hay algo bueno, hay alguien imitando”.
“No hemos tomado acción contra nuestros imitadores pues consideramos que manteniendo los altos estándares de calidad, pureza del agua, la excelencia en servicio al cliente, ninguna copia nos afectará”, explican.
Para el cierre de 2017 y el comienzo del nuevo año, el popular negocio prevé iniciar una reestructuración con la que espera mejorar las ventas e incidir en otros indicadores como la rapidez de servicio al cliente.
La idea, en resumen, es “no parar, seguir estando donde estamos, en excelencia, en servicio a los viajeros y seguir aprovechando la oportunidad de contribuir, de alguna manera, con el desarrollo de la región”.
Actualmente, los fines de semana La Vaca que Ríe recibe 2.030 visitantes en promedio en su cadena de restaurantes y unos 2.680 en la de golosinas.