Lo que necesita Colombia, cada día con más urgencia, es cambiar de políticos.
Por Carlos Alonso Lucio
No deja de llamar la atención que los medios de comunicación se llenen de elucubraciones sobre la llegada de Juan Fernando Cristo al Ministerio del Interior. La verdad, no entiendo qué pueda sorprenderlos tanto cuando ellos, el Pacto Histórico y los políticos a los que representa Juan Fernando Cristo, vienen siendo aliados desde hace años. La foto de Cristo, Benedetti, Barreras, Velasco y Prada haciéndole campaña a Petro ha recorrido las redes sociales. Luego allí no hay nada nuevo.
Es más, siempre estuvo claro que sin ellos Gustavo Petro no hubiera podido llegar a la presidencia. Tan simple como que sobre sus hombros pesa una gran responsabilidad sobre todas las consecuencias desastrosas de este gobierno. Consecuencias desastrosas contra toda la sociedad y contra el sistema democrático.
De hecho, desde el comienzo del gobierno son ellos quienes han estado al frente del Ministerio del Interior, y no era para menos. Son ellos quienes representan a los políticos del Congreso que apoyaron la candidatura presidencial de Petro en las regiones, quienes le sumaron sus votos amarrados, quienes le ayudaron a cometer todos los fraudes electorales que el país ha venido comprobando con posterioridad. Y no solo con posterioridad. No hay que olvidar que el país pudo conocer los petrovideos desde antes. Recordar, por ejemplo, que fueron ellos quienes le aportaron a esa campaña la “técnica” de la “explosión controlada” para sortear el escándalo de las visitas a las cárceles para agenciar pactos con organizaciones ilegales en plena campaña electoral.
Esa es la razón principal por la cual los congresistas no han querido abrir el Juicio Político pese a todas las pruebas que existen sobre la violación de los topes y sobre todos los otros delitos electorales que cometieron. Son los políticos corruptos arropándose con la misma cobija.
Pero es que echándole un poco más de cabeza, ellos, las izquierdas que integran el Pacto Histórico y los políticos tradicionales del Congreso, vienen siendo aliados desde mucho antes de las elecciones de 2022. Ellos vienen juntos desde que se aliaron para los acuerdos con la Farc. Desde entonces se comportaron en el Congreso como una sola bancada para sacar adelante el fastrack y todas esas cosas que hicieron, incluida la burla a al plebiscito sobre las negociaciones con las Farc.
Pero es que haciendo un poco más de memoria, ellos vienen siendo aliados aún desde antes. ¿O es que no recuerdan que fueron ellos quienes le ayudaron a Gustavo Petro a quedarse en la alcaldía y a resolver el escándalo de las bolsas llenas de fajos de billetes que recibió durante esa misma alcaldía?
Nadie puede entonces decir ahora que la representación de esos políticos en el gabinete pueda tener algo de nuevo o que la circulación de maletines llenos de miles de millones entre el gobierno y los políticos pueda tener algo de sorprendente.
Lo que sí tiene de sorprendente, y mucho, es todavía haya quienes siguen empecinados en decir que Gustavo Petro representa algún cambio. ¿Cambio de qué? ¿No les da pena?
Inclusive, yendo más allá, no es difícil comprender que más que aliados Gustavo Petro y Juan Fernando Cristo forman parte de lo mismo: de la misma clase política. Tanto el uno como el otro podrían competir por el trofeo para quien haya estado más tiempo incrustado en la burocracia del Estado en las tres últimas décadas, bien sea en las curules, como en los puestos y los presupuestos. El hecho de que el uno se diga marxista y el otro progresista no les quita su condición esencial de clase política responsable de las últimas décadas.
No hay que dejarse distraer tanto con el globo pirotécnico de la constituyente. Más valdría saber qué acuerdos inconfesables renovaron y para qué
Por todo lo anterior no hay que dejarse distraer tanto con el globo pirotécnico de la constituyente. Más valdría saber qué acuerdos inconfesables renovaron y para qué. Por ejemplo, qué acuerdos están haciendo para la elección del próximo procurador o para la elección de los próximos magistrados a la Corte Constitucional o para la elección del próximo defensor del pueblo.
Y cómo no, preguntarse si a cambio de esas mieles pactaron seguir haciéndose los de la vista gorda sobre la milicianización que crece o sobre la destrucción de Ecopetrol o sobre la destrucción de la cultura empresarial del país. Porque ni para qué preguntarse sobre el pacto de impunidad que vienen cumpliendo sobre el Juicio Político que ordena la Constitución.
Por lo pronto, los colombianos no debemos dejarnos distraer tanto. Aquí no se necesita cambiar la Constitución. Por el contrario, lo que necesitamos es defenderla y hacerla cumplir. Lo que sí necesita Colombia, cada día con más urgencia, es cambiar de políticos.