Panorámica desde el Séptimo Piso

Por: Andrés Becerra L.

Un hombre arrimó a la casa de un campesino a pedir un vaso de agua. Mientras lo bebía notó que un perro, que estaba sentado en una tabla, de cuando en cuando lanzaba un gemido lastimero.

Preguntó si el perro estaba enfermo, y el campesino le dijo que no, que gemía porque estaba sentado sobre una puntilla que tenía la tabla.

El visitante, asombrado, preguntó por qué no se paraba de ahí, y el campesino le dijo: «Porque no le duele suficiente».

Hace un par de días, un amigo reflexionaba sobre la apatía que mantiene a los colombianos atorados por un sistema político que entraba todo y sólo se ocupa de conservar privilegios para los mismos. Y se preguntaba por qué no cambiamos.

Muchos estudiosos han asumido esa pregunta y han aportado distintas explicaciones, que incluyen hasta factores genéticos. Y esa misma pregunta nos la hemos hecho todos alguna vez (o muchas veces) en la vida, cada vez que nos desesperamos al ver que la gente sigue aguantando palo sin siquiera alzar su voz de protesta, mucho menos hacer algo concreto por lograr un cambio.

Hace unos 20 años hablábamos con un grupo de docentes sobre lo mal organizada que está la Educación Formal en Colombia, y uno de ellos dijo: “A mí me parece que está muy bien organizada, la veo perfecta; lo que ocurre es que está organizada como le conviene a la clase dirigente, y es lógico, porque ellos no van a organizar una educación que enseñe a la gente pensamiento crítico, consciencia de su propio valor, liderazgo, sentido de dignidad y soberanía; ellos lo que necesitan es gente que no piense mucho, que entienda y cumpla instrucciones de trabajo, que obedezca, y para eso no se necesita más que lo que ya tenemos”. Y tuvimos que conceder que tenía razón.

Hoy, 20 años después, la situación educativa está prácticamente igual. Seguimos quejándonos por más o menos las mismas cosas, y siguen saliendo graduados de bachiller millares de jóvenes que no son capaces de redactar bien una carta. Las universidades se quejan de esto, y los docentes de bachillerato se quejan de que reciben a los niños con malas bases de primaria, pero resulta que esos bachilleres fueron formados (en primaria y secundaria) por docentes que fueron formados por esas universidades, así que alguien tiene que asumir su propia responsabilidad y hacer un cambio en lo que está haciendo.

Hace 20 años, también, todos los docentes de un colegio de bachillerato se quejaban, en reunión de profesores al comenzar el año, de que los niños llegaban de primaria sin saber leer y así era muy difícil avanzar en sus clases. Yo propuse que todos abandonaran sus contenidos específicos de cada área durante el primer bimestre y se dedicaran todos a nivelar a los niños en comprensión lectora y pensamiento matemático. Me dijeron que no podían perder todo ese tiempo porque se atrasaban en su programa.

Les mostré que no perderían tiempo, sino que ganarían mucho; les mostré que un carro no arranca con alta velocidad, sino que la va ganando con el paso de los cambios, y aunque en el primer momento no rueda a más de 10 kilómetros por hora, cuando llega a “cuarta” ya va a 100; que si no hacían eso seguirían arrastrando esa dificultad durante todo el bachillerato, mientras que si lo hacían, en los tres bimestres siguientes tendrían mayor velocidad de trabajo con chicos que sí sabían leer y pensar… Pero no les alcanzó la flexibilidad mental para hacer un cambio, para ensayar algo diferente, sino que persistieron en seguir haciendo lo que ya sabían que no funcionaba.

Por supuesto, hoy se siguen quejando de lo mal que salen los estudiantes, de que no saben leer, y esos mismos profesores tuvieron que volver a salir a marchar durante las semanas anteriores (como cada dos años) porque sus estudiantes, a quienes ellos no fueron capaces de formarles un pensamiento crítico, están eligiendo con su voto gobernantes que siguen perpetuando el sistema educativo perverso que solo quiere zombis que puedan trabajar.

Sin embargo, tengo la impresión de que lo que no ha generado conscientemente la escuela lo están logrando las redes sociales. La facilidad para que nos comuniquemos todos con todos ha permitido que lleguen a nuestras mentes mensajes diferentes a los que lanzan los grandes medios de desinformación, se saben cosas que ellos ocultan, y eso ha ido generando en la gente una nueva mirada sobre su propio papel en el curso de la Nación.

Sin ir más lejos, el anterior gobierno convenció a la gente de que los docentes eran unos privilegiados desagradecidos que ganaban millones y millones pero “no tenían llenadera”, y puso a los padres de familia en contra de las protestas magisteriales; hoy los padres apoyaron el reciente Paro de Maestros, y me parece que en eso jugó un papel importantísimo el flujo de mensajes por redes.

Veo también una mayor consciencia del poder ciudadano en las Consultas Populares que se vienen realizando para proteger el suelo y el agua de la voracidad insensata de las grandes mineras, y en esto también noto el aporte de las redes.

En fin, me parece que hay un comienzo de cambio en cómo la gente se percibe a sí misma como ciudadana, y eso lo entiendo como una consecuencia de que podamos comunicarnos con mayor facilidad todos con todos. El simple hecho de que usted esté leyendo esto que escribe un ciudadano del montón, en un medio que organizó “un periodista del montón” (sin ánimo de ofender) sin tener que hacer inmensas inversiones de dinero, es una muestra más del valiosísimo aporte que están haciendo a la democracia real las nuevas tecnologías de comunicación.

Me parece que ya empezamos a pensar que nos duele demasiado y queremos pararnos de la tabla con puntilla, me parece que hay motivos para la esperanza.

Namasté.

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