Panorámica desde el Séptimo Piso

Por: Andrés Becerra L.

Durante el gobierno de Belisario Betancur explotaron una bomba en la calle 116 de Bogotá, justo un par de días después de que el Presidente anunciara por la televisión que si volvían a detonar otra bomba (era una época de terror por cuenta de los narcotraficantes), autorizaría la extradición hacia EE UU.

Recuerdo que ese día llamó mi atención el reclamo de una señora del sector afectado, la cual clamó con voz angustiada y llorosa: “Que alguien haga algo…”, y yo me quedé pensando que esa es la mejor imagen de la ciudadanía colombiana, la de que “cada persona espera que alguien haga algo”, que alguien solucione los problemas, pero que siempre sea otro, nunca uno mismo, como si la responsabilidad por el cambio que necesitamos no fuera de todos, como si la solución no estuviera en las manos de todos, dado que los problemas los construimos entre todos.

Colombia se encuentra en un momento maravilloso, no porque no tenga problemas graves sino porque está terminando con uno que le generó mucho dolor y muerte a lo largo de décadas, mucha angustia e incertidumbre en todos los ámbitos: la confrontación armada que generó la insurgencia de las FARC. Es un momento de cambios que pueden resultar muy importantes para relanzar el país hacia un futuro de mayor justicia y equidad, de mayor participación ciudadana en las decisiones que las afectan directamente (que son la mayoría).

Un ejemplo de este cambio es la floración de Consultas Populares que por estos meses han surgido desde la ciudadanía para evitar que grandes compañías se enriquezcan a costa de destruir el suelo y el agua de sus territorios, consultas que han sido posibles sin que los desinformadores de siempre las acusaran de estar influidas por las FARC, consultas que muestran una ciudadanía que ya no siente temor de reunirse y salir a la calle a reclamar por su derecho a un ambiente sano. Es una muestra de una ciudadanía que respira otro aire, más democrático, menos aterrador.

Por cierto, la mayor ganancia de estas consultas no es que más del 95% de los votantes prefiera el agua y el alimento sobre la explotación de petróleo y otros minerales, sino la apropiación que la ciudadanía hace de los mecanismos de participación que le permite la Constitución Nacional.

Para seguir avanzando en la construcción de esa paz esquiva por la que hemos clamado durante décadas, sugiero tres tareas que podemos realizar cada uno de nosotros y que requieren serenidad mental. La Paz del país comienza en nuestras mentes y corazones, y desde allí se hará colectiva, generalizada. Desde nuestra paz mental y cordial podemos alcanzar las tres metas que propongo:

  • Mantener nuestra mente limpia de la contaminación que diariamente nos arrojan en la cara quienes persisten en llenar de odio nuestros corazones porque a ellos les conviene mantenernos divididos y en confrontación. No les hagamos el juego dejándonos llevar a enfrentamientos por lo que dijo alguno de ellos en contra de otro, porque eso es parte del teatro que arman ellos para meternos en la pelea; la historia nos ha demostrado que al final ellos se ponen de acuerdo para repartirse el erario y nosotros quedamos peleando con nuestros vecinos. Han sido los hijos del pueblo los que han muerto en la confrontación que estamos terminando, mientras los hijos de los gobernantes han estado acumulando más riqueza y poder.

 

  • Con mente serena y corazón tranquilo, acabemos con los millones de microguerras que hay en el país entre familiares, relacionados y vecinos. Abandonemos posturas soberbias como las que dicen “el que me la hace, me la paga”, “yo no me dejo de nadie”, “yo no necesito de él”, etc. Todos necesitamos de los demás. Muchas veces la solución que buscamos está en la mano de nuestro “enemigo” o de quien parecía menos importante. Si usted revisa las razones verdaderas por la que está disgustado con otra persona, con seguridad que descubre que es una bobada, aunque en su momento parecía imperdonable porque tenía la cabeza confundida por la ira. Tome la iniciativa de tender un puente de acercamiento, solucione esa diferencia y viva en paz con quienes le rodean; le aseguro que se sentirá mejor.

 

  • Empiece desde ahora a estudiar con cabeza fría, con razonamiento objetivo, sin apasionamientos de creencias o pertenencias (y sin necesidad de entrar en peleas con sus amistades), quiénes han sido los políticos que han defendido el bienestar personal de usted, el verdadero beneficio de la gente, o quiénes votaron por cosas que a usted lo tienen perjudicado (como el aumento del IVA y la rebaja de impuestos a los ricos), quiénes han estado involucrados en casos de corrupción (personalmente o por su partido), etc. Aquí también aplica el dicho popular de “dime con quién andas y te diré quién eres”; no puede ser que todos los amigos de alguien sean delincuentes y él o ella sea una santa paloma. Abra el ojo, piense con independencia, aplique la misma malicia que usa en sus asuntos personales; ellos actúan como bandas delincuenciales que roban en complicidad, son una mafia muy grande y por eso salen impunes la mayoría de las veces. Pero no todos son iguales, algunos se salvan de esa peste; mire bien quiénes han defendido los intereses de la gente, quiénes no se han enriquecido en ejercicio del poder, quiénes son coherentes en su discurso y actuación a lo largo de los años, quiénes no viven cambiando de partido o de banda cada vez que les conviene. No le coma cuento al discurso, que “el papel aguanta todo” y “las palabras se las lleva el viento”; fíjese en la trayectoria de cada uno y de sus amigos. Y después de ese frío y analítico estudio, vote en las próximas elecciones por quienes brinden más garantías de que este país saldrá adelante por la senda del desarrollo y la paz, sin corrupción. Deje la apatía frente a la política, que aunque usted no se meta en política, ella se mete con usted todos los días, la mayoría de veces para perjudicarlo.

 

No esperemos que nos regalen la Paz, construyámosla nosotros mismos.

Namasté.