Por Fernando Calderón España.
No creo en la astucia de Rodolfo Hernández. Hizo una campaña fiel a su personalidad.
Cuando uno tiene un candidato así, con un récord de cachetadas y madrazos que fueron grabados y divulgados para desprestigiarlo, pero que lograron el efecto contrario, lo que se hace desde la asesoría es animarlo a que siga comportándose como es, fiel a su personalidad.
Solo bastó manejarle las redes sociales y ya.
Él fue él, no se lo inventó nadie y las cosas que iba diciendo, como salían bien, lo animaron a que las siguiera diciendo. No necesitó mercadeo. Se hacía sobre la marcha y le funcionó porque no produjo rechazo a pesar de las groserías que dijera. Por el contrario, profundizó su estilo.
Algo parecido al “cuándo lo vea le doy una bofetada, marica” de Uribe.
Cuando la gente no puede decir las cosas y encuentra a alguien que las diga por ella, se ve representada en esa figura y la convierte en su ídolo temporal.
Ese machismo, que lo condujo incluso a hablar mal de las mujeres cala mucho aquí, en un país en donde los varones, cada día más, usan arete.
Falta por verse si se ponen de moda los calzones anchos.