Por Rodrigo Villalba Mosquera
Tramitar y sacar avante una reforma que dignifique y le devuelva la credibilidad a la política y a los partidos, es una necesidad imperiosa. Y debe contener cambios estructurales que transformen, no solo el sistema electoral sino la forma de hacer política.
La muy cacareada reforma, que viene por fast track, hace parte de la negociación de paz, y aunque no dice cómo, es claro que debemos hacerla para cambiar, para que contenga garantías a los electores y actores de la política nacional, y exista de verdad un sistema electoral, el cual es hoy frágil y manipulable.
Dentro de la reforma política y electoral debemos apuntar a la columna vertebral para extirpar ese maridaje pecaminoso entre candidatos y financiadores electorales, sin escrúpulos ni controles de ninguna especie. El éxito electoral en la mayoría de los casos está ligado o es directamente proporcional a la cantidad de dinero que se invierta en la campaña. Nadie respeta la normativa electoral ni los topes de financiación. Hay una “autoridad electoral”, sin dientes y politizada, pues quienes la integran son postulados por los partidos y elegidos por el Congreso. Es menester un consejo electoral de verdad, despolitizado y autónomo, con dientes para ejercer el control y poner en cintura en tiempo real a los infractores.
Otro elemento importante de cambio es el tránsito a las listas cerradas. Es imperativo acabar con el voto preferente para reducir el costo de las campañas y fortalecer los partidos. Se calcula que con los recursos que hoy se financian 3 candidatos de una lista abierta al Senado, se pueden financiar los 100 de toda la lista, si ésta fuera cerrada.
Como hay la amenaza del “bolígrafo” en la confección de las listas cerradas, debe obligarse a los partidos a que implementen instrumentos de democracia interna, con afiliados carnetizados, quienes tienen que ser los llamados a tomar las decisiones de cada partido. No tienen sentido las consultas populares para asuntos internos de una colectividad partidista, permitiendo la intromisión de otras colectividades en asuntos que le son ajenos; además las consultas de los partidos deben ser por cuenta de éstos y no por el erario público.
Soy amigo de las listas cerradas, pero también comprendo que pueden generar traumatismos en vísperas de elecciones, como la que se avecina, sin desarrollar los instrumentos de democracia interna, lo que podríamos terminar es legislando desde ya en listas cerradas pero a partir del 2022.
‘El palo no está para cucharas’, y hay que actuar de conformidad tramitando una reforma política y electoral que atienda el clamor ciudadano, contribuya a la depuración de la política, y sea garantía de principios democráticos que recupere la credibilidad de los electores en quienes lo representan. Es un imperativo moral y político ayudar a resolver la crisis por la que atraviesa nuestra amada Colombia.