Por: Juan Niño López
Es atrevido pretender la escritura de un artículo con pocas palabras queriendo establecer lo esencial del “Ser Humano”, que revela nuestra dignidad. Confieso que soy atrevido.
Nadie puede negar que seamos seres materiales sujetos de las leyes de la física másica y no másica, de la química general y, en particular, de la orgánica; somos seres bióticos, preconscientes y conscientes, sensitivos, emotivos, afectivos, intuitivos, racionales y espirituales, entre otros muchos calificativos. ¿Cómo darle un orden a esta complejidad de “Ser Humano”?
Para entender y explicar, con algo de claridad, eso que Aristóteles llamó “nuestra diferencia específica” podemos partir de afirmaciones simples que nos ofrecen total seguridad.
Mire Usted:
El Ser Humano es ante todo un ser material. Una pieza de “masa” (como todos los entes del universo), en nuestro caso, bien organizada de “carnitas y huesitos”. Aquí ya empezamos a plantearnos serios problemas y soluciones en asuntos de física pura de esa que llamamos “másica” y “no másica”. Por ser material, como cualquiera otro, nos concierne, en principio, toda la mecánica clásica y la mecánica cuántica.
Y, enseguida, somos seres químicos, orgánicos; de remate, somos seres bióticos: un conjunto especial de enlaces químicos que dan como resultado nuestra vida. Pero no cualquiera forma de vida, sino una que alcanza estados asombrosos de pre-consciencia y consciencia. Somos seres vivos, animales, con impulsos básicos para respirar, hidratarse, dormir, alimentarse y tener relaciones sexuales para la reproducción; impulsos para la vida y la muerte. Buscamos satisfacciones a estos impulsos de algún modo, las respuestas pueden proporcionarnos placer o displacer. El placer repetido hace emerger los afectos; el displacer, los desafectos. Las emociones afloran como fuegos artificiales y las intuiciones crepitan en un fantástico desorden de primitivos pensares. Adelante, el caos intuitivo se someterá a algún orden de pensamiento originando alguna forma de lógica coherente. Surge el “ser racional”. Atrás encontramos sensaciones, imaginaciones, fantasías, deseos, ideas, percepciones sensuales; adelante, conceptos, símbolos, claves, lenguajes y lenguas, percepciones intelectuales, racionales. El ser físico, químico, biótico, sensitivo, emotivo, intuitivo, preconsciente, inteligente y consciente ha alcanzado su transformación en “ser espiritual”. Y esta espiritualidad marca la mentada “diferencia específica del ser humano”, su dignidad. Si un ser humano no alcanza la espiritualidad, divaga entre los otros animales.
La categoría de lo “Espiritual” no es fácil de lograr. Hay momentos de la historia cuando se hace más fácil que en otros. Hoy es muy difícil de alcanzar porque hemos dejado de pronunciar el término. ¿A quién, hoy, le importa lo espiritual? ¿A quién le importa la Dignidad Humana? ¿Quién puede explicar con claridad de qué se trata cuando hablamos del Espíritu Humano?
Hoy, a duras penas, somos seres sensitivos, sensuales, emotivos, afectivos, muy intuitivos, poco racionales y absolutamente nada espirituales. La Espiritualidad es una categoría que se acomodó equivocada, ventajosa y falsamente en las iglesias y sus confesionarios. Nada tenemos hoy de espiritualidad, ni siquiera el Arte. Hoy es el dinero lo que sostiene a la humanidad, la dignidad está en el bolsillo y en el saldo de la cuenta bancaria, en el efectivo sonante y contante. Las almas humanas se fraccionan y se enloquecen por el dinero, la esquizofrenia es el mal de moda. Unas pocas monedas son capaces de romper todo el equilibrio anímico de cualquier “ser humano”. La pobreza espiritual se nota entre las construcciones de Dubái, Nueva York, Tokio, París, Pekín o Fusagasugá, en cualquier parte del mundo la espiritualidad es casi ninguna. El mundo se mueve en lucha por el aire sin contaminar, por el agua potable, los alimentos necesarios y suficientes, un espacio para dormir y el sexo; por los placeres básicos sin razón. El espíritu humano descansa hoy en la más estúpida idea de Dios. La infancia está desorientada, la niñez va al garete, la juventud confusa, la madurez incierta, la vejes amarga y la muerte segura en cualquier momento. Nada hay de plena felicidad. La vida solo alcanza para darnos cuenta de que estamos vivos desgraciadamente.
Si tuviéramos espíritu del tamaño de un grano de mostaza, esta vida sería otro cantar muy diferente.
Es de esperar que yo tampoco pueda decir lo que es el Espíritu; que si digo algo sobre esto hago el ridículo, peor si les anexo el enlace a Wikipedia. Así que daré un ejemplo a través de una situación:
Un hombre buscaba la llave de la puerta de su casa para entrar. Nunca antes había tenido esa llave y por esto no la conocía, no sabía cuál era entre todas las llaves de las puertas de las casas del mundo. Por lo tanto, nunca había podido entrar a su casa. A pesar de esto, sabía que era dueño de una casa que su Padre le había heredado con la condición de que encontrara la llave entre todas las del mundo. Desesperado, desencantado y negligente pensó que nunca encontraría tal llave y desistió de la idea de buscarla. Necesitaré cien vidas para encontrarla – se dijo. Su esposa que estaba enterada de este mismo asunto le dijo: “Busca al antiguo residente, debe tener una llave”.
El esposo pesimista le dijo “Es una casa nueva” no ha tenido residentes. Ella respondió: “Busca al Maestro Director de la Obra, él debe tener la llave”. Él le dijo: “No sé dónde se encuentra”. Ella emprendió una alocada carrera mientras su esposa la miraba extrañado. “Yo sé donde vive” le dijo ella mientras corría sin esperarlo. El hombre se quedó parado en una esquina y al cabo de de casi cinco horas vio regresar a la mujer con la llave de la casa. Lo miró con desprecio y le dijo en alta voz: Lo importante es el Espíritu. Él le preguntó: ¿El espíritu es el deseo?