Panorámica desde el Séptimo Piso

Por: Andrés Becerra L.

Dijo Nicolás Buenaventura, narrador oral (entre otras artes), algo como “el problema con los amigos es que cualquier día te traicionan, no son totalmente confiables; en cambio, un buen enemigo te dura para toda la vida”.

Un buen enemigo resulta muy útil, si uno sabe aprovecharlo. Por ejemplo, se le puede echar la culpa de desgracias propias que en realidad uno mismo debe y puede resolver, pero que no atiende debidamente; entonces, resulta muy cómodo decir que ese enemigo no lo deja progresar a uno.

Así se distrae la atención de los demás de la propia mediocridad y se la enfoca en la supuesta maldad del enemigo, y sigue uno muy cómodo sin hacer todo lo que puede. Para que esto funcione, es necesario exaltar cada día la maldad del enemigo, mostrarlo como lo peor que hay sobre el planeta, y por contraste, uno aparece como la más sufrida víctima, digna de consideración y apoyo.

Esta estrategia tiene un peligro, y es que puede uno magnificar tanto al enemigo que llega a “endiosarlo”, a reconocerle sin querer cualidades virtuosas, y el resultado es contraproducente. Mire lo que está ocurriendo con el Acuerdo de Paz firmado entre el Gobierno de Santos y las FARC, al cual se opone un grupo de reconocidos dirigentes políticos, terratenientes y empresarios, quienes tienen el apoyo irrestricto de algunos millones de colombianos de a pie.

Sin entrar en la discusión de si tienen o no razón en sus argumentos, miremos con atención algunas cosas que afirman.

Dicen que Santos está entregando el país a las FARC, que es uno de ellos, que se supo camuflar muy bien en varias Administraciones hasta alcanzar la Presidencia para cumplir con el programa acordado con ellos, que nos llevarán a un régimen de pobreza y atraso que llaman “castrochavismo”, que Timochenko será Presidente y cambiará la Constitución para volver Socialista al país, etc.

Como dije, no discutiré si todo esto que dicen es verdad o no, sino que haré un razonamiento a partir de asumirlo como cierto.

Es un hecho que el Acuerdo de Paz mencionado ha sido apoyado por la inmensa mayoría de los países occidentales, incluyendo países nórdicos, de la Unión Europea y hasta el mismo Estados Unidos de América, el cual tiene en Colombia su principal aliado, leal y obsecuente, en Suramérica.

Sabemos, o así lo hemos entendido hasta ahora, que todos estos países cuentan con organismos de inteligencia que estudian con mucho detalle todas las motivaciones, circunstancias y posibles consecuencias de todo lo que ocurre en el mundo, tanto en países amigos como enemigos, pues de esa atención permanente depende su propia seguridad nacional (que es, en últimas, lo que les importa). En el caso de EE UU son múltiples las agencias que se encargan de tales tareas, algunas conocidas (como la NSA, la CIA, el FBI, etc.) y otras que uno sospecha que existen en el mayor secreto.

Entonces, si tomamos en conjunto todo lo que dicen los opositores al Acuerdo, uno puede llegar a una conclusión sorprendente, que se podría desarrollar más o menos así:

  • Desde hace algunos lustros, las FARC reclutaron a uno de los más emblemáticos miembros de la oligarquía colombiana, sobrino-nieto de un expresidente liberal e hijo de uno de los directores del diario más influyente del país, y lograron que ese vínculo pasara desapercibido para todos esos organismos de seguridad del mundo occidental.
  • Cuando lograron que ese guerrillero infiltrado en las filas del poder llegara a la Presidencia, construyeron con su gobierno un Acuerdo tan sutil en su redacción que esos mismos organismos de seguridad del mundo occidental, a pesar de que lo han leído y estudiado decenas de veces, no logran darse cuenta del plan que tienen trazado para convertir a Colombia “en otra Venezuela, en otra Cuba”. Esos países occidentales han caído redonditos, cándidamente, en el mayor engaño de la historia reciente, en la más delicada filigrana de traición.
  • Si esto es así, tocará reconocer que los hombres más inteligentes del planeta se encuentran en el Secretariado de las FARC, que han logrado engañar, en sus propias narices, a todos los países occidentales, a todos los cuerpos de inteligencia nacional, que los han reducido a un estado de estupidez tal que no logran ver el engaño, a pesar de que todos los días se lo muestran un pequeño grupo de colombianos que sí logran verlo, que se oponen al Acuerdo y siguen a un líder que tiene una “inteligencia superior”, como dijo uno de sus áulicos.

Aquí llegamos a la paradoja que se mencionó al comienzo, porque los opositores del Acuerdo han terminado endiosando a su enemigo de tantas décadas, reconociéndole una inteligencia superior, al lado de la cual todos los cuerpos de inteligencia del mundo occidental son unos tarados.

Este cuadro nos sirve para considerar nuestra situación personal, que ha sido siempre nuestro interés principal, dado que es el ámbito en el que tenemos una mayor y real posibilidad de cambio.

¿Cuántas veces hemos hecho algo similar? ¿Cuántas veces hemos endiosado a nuestros “enemigos” hasta convertirnos nosotros, por comparación, en unos tarados? ¿Cuántas veces terminamos afirmando que nuestra felicidad está en manos de otras “personas que no nos quieren y nos hacen sufrir”?

Es necesario abandonar esos juegos psicológicos y asumir la plena responsabilidad de nuestras vidas, aplicar todo el potencial que tenemos para determinar nuestras metas y modos de alcanzarlas, y dejar de añorar un enemigo que solo necesitamos para seguir escondiendo nuestra indolencia, para disculpar nuestra pereza de hacer lo que debemos hacer.

Namasté.