Por: Juan Niño López

Juan Niño López

“Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días. Y, entonces, me he puesto a escribir casi a tientas en la madrugada, con urgencia, como quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la amenaza de un incendio, o como un barco que, a punto de desaparecer, hiciera una última y ferviente seña a un puerto que sabe cercano pero ensordecido por el ruido de la ciudad y por la cantidad de letreros que le enturbian la mirada. Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que —únicamente— los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”. Así escribió Sábato al inicio de “La Resistencia”.

El mayor peligro, al estar despierto, se corre por los dormidos que se nos atraviesan; son sonámbulos peores que los ciegos de Saramago: “Sentados en las camas, cada uno en la suya, los ciegos se pusieron a la espera de que volvieran al redil las ovejas descarriadas, Cabrones es lo que son, comentó una voz fuerte, sin pensar que respondía a la pastoril reminiscencia de quien no tiene culpa de no saber decir las cosas de otra manera. Pero los maleantes no aparecieron, sin duda desconfiaban, seguro que había entre ellos uno tan astuto como el de aquí, el que tuvo la idea de la soba. Iban pasando los minutos, algunos ciegos se tumbaron, varios se habían quedado dormidos ya. Que esto, señores, es comer y dormir. Bien vistas las cosas no se está mal del todo. Mientras no falte la comida, que sin ella no se puede vivir, es como estar en un hotel. Al contrario, qué calvario sería estar ciego allá fuera, en la ciudad, sí, qué calvario. Andar dando tumbos por las calles, huyendo todos de él, la familia aterrorizada, con miedo de acercársele, amor de madre, amor de hijo, historias, quizá me hicieran lo mismo que aquí, me encerraban en un cuarto y me ponían el plato a la puerta, como mucho favor”.

Saramago y Sábato tienen mucho en común. (¡Además de la S!) Coinciden en la crítica que nos hacen y en el sentido de la esperanza que nos anima: “De esa masa estamos hechos, mitad indiferencia y mitad ruindad”. “Resignarse es una cobardía; es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo que vale la pena luchar; es, de alguna manera, una indignidad”. “La ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza”.

Me molesta bastante que tengamos siempre la mirada sobre lo negativo y pesimista, sobre el dolor, que es mucho. Cada mañana me levanto con el firme propósito de cantar mi mejor canción, de  ponerme el más alegre de mis trajes, de cepillar los dientes para mi mejor sonrisa y siempre encuentro a “la vaca de la tragedia atravesada”. Siento ganas de hacer el mejor chiste. Si la guerra está cerca y el fin del mundo es inevitable, lo mejor es reír a mandíbula batiente. ¿Por qué me tengo que acongojar con las desgracias propias o ajenas? ¿De dónde acá esa manía de vivir adoloridos aún sin estar heridos? ¿No seguimos en plena rumba después de perder el Mar de San Andrés? ¿Y después de la tragedia de Armero no llegó la de Mocoa bajo las mismas premisas? Hubo una Primera Guerra Mundial, una Segunda y viene la Tercera ¿Y qué? Hay masacres en todo lado ¿Y qué? Trump después de Bush y Obama ¿Y qué? Uribe reelegido igual que Santos ¿Y Qué? ¿Por qué me debo preocupar o lastimar? Fusagasugá sigue siendo bella pero sucia, realmente puerca ¿Y qué? El Nuevo Código de Policía Colombiano como toda Constitución Nacional en el mundo es un papel más ¿Y qué? Y si el Papa viene en Septiembre ¿A mí que me importa? En medio de todo esto y muchos otros “demás” soy feliz, muy feliz por una sola razón: No permito que nadie ni nada me mueva de la felicidad, mi EPS me tiene a dosis de Sertralina, que a todos recomiendo tomar en demasía en esta época, antes de que la tierra explote bajo el índice de Putin y todos perezcamos toteados de la risa. Sugiero dejar la trascendencia y tornarnos cotidianos, al menos así podremos saludar en la mañana: “Buenos días vecino, ¿Cómo? ¿Amaneció?

Al diablo Saramago y Sábato. Prefiero leer cualquiera de estos 10 libros de humor: http://www.abc.es/cultura/libros/20131128/abci-diez-libros-humor-para-201311272157_1.html

Mi recomendado es este: “El alemán David Safier, autor de las celebradas «Maldito Karma» y «Jesús te ama», regresa con «¡Muuu!», una disparatada fábula moderna protagonizada por vacas. Pero no por unas vacas cualesquiera, sino por un delirante grupo de reses que, tras descubrir que su futuro pasa por convertirse en carne picada, deciden escaparse de la granja y emprender un asombroso viaje en busca de la India, su Tierra Prometida. Una oportunidad única para volver a reírse a placer con Safier antes de que el autor se ponga serio con una próxima novela sobre el gueto de Varsovia”.