Por: «Káustico», bogotano, abogado de la Universidad Nacional. Ha sido catedrático en la Universidad Católica de Colombia. 14192011_10154087322699811_4524001876310528862_n

De acuerdo con el antiguo cuento alemán, documentado por los hermanos Grimm, el virtuoso músico aceptó un mandato del gobierno del pueblo de Hamelin, para solucionar un problema de plagas que azotaba a toda la población, ya que se conocían los mágicos efectos que producía el sonido de su flauta. Luego de realizar la copiosa tarea y de demostrar que su arte produjo los efectos deseados, el burgomaestre de Hamelin, en Alemania, decidió unilateralmente dejar de cumplir con lo pactado y negó el pago prometido al flautista. Éste ejecuta una especie de justicia por mano propia y de nuevo utiliza la magia de su música y ejecutó con elevada virtud su flauta, para hacer que los niños del pueblo lo siguieran hasta un lugar oculto, en donde los retuvo hasta cuando obtuvo el prometido e incumplido pago. Los niños regresaron a sus hogares, y no sé si todos fueron felices.

Esta famosa historia de origen alemán, cuyo título original habría sido Der Rattenfänger von Hameln, me permite echar un vistazo a la conducta de algunos virtuosos, no de la música, sino de la política; que no usan una flauta como instrumento, sino que acuden a los micrófonos, los medios de comunicación, en incluso los púlpitos de las más variadas religiones monoteístas –en sí mismo la pluralidad de las deidades es refractaria al monoteísmo, pero de eso podremos hablar en otra oportunidad-, y reemplazan el sonido de embrujo del flautista, por las torticeras trampas del lenguaje.

Por ahora me interesa hacer una analogía a un fenómeno que denominaremos “el Poder del Flautista de Hamelin”, entendido como la capacidad que tienen algunos individuos para que suenen las melodías que las masas quieren escuchar, y por esa vía obtienen que esas mismas masas los sigan, con independencia de que se trate de niños, votantes, feligreses o ratas.

Nuestro flautista político, para ejercer su poder del Flautista, primero busca una tonada que el pueblo destinatario quiera escuchar. Por ejemplo, si es la melodía de los impuestos, compondrá una sonata en si mayor, pero la tocará en do menor. Me explico: la interpretación que hará el flautista gustará a la audiencia, que incauta, lo seguirá en su camino, no sólo por la armoniosa obra, sino porque es lo que desea escuchar. Sin embargo, cuando vea la verdadera composición, detectará que el problema no fue menor; fue, en sí, mayor.

La proliferación de este tipo de flautistas es orbital. Hoy está caminando hacia la Casa Blanca un rubio copetón, con alma de reyezuelo y lengua de bufón, que lanzó su versión del clásico de Pink Floyd: “The Wall”, con dedicatoria especial para el pueblo mejicano. ¡Vaya que ha gustado! Aclaro que el auditorio al que él se dirige y que escucha lo que quiere escuchar no repara en los tiempos o las pausas, mucho menos en la entonación. Solo quiere escuchar la nueva letra de una canción en la que América volverá a ser blanca. Los seguidores de la tonada olvidan de primera mano que esa América que pisan, fue originalmente indígena; esos aborígenes, a su vez, fueron asiáticos, y ellos también fueron africanos. Y ahí me detengo para aclarar que esos antiguos africanos, igual que nosotros, venían de los monos, pero no como ese mono copetón, sino otro tipo de primates.

En Colombia tenemos al anacrónico monseñor Ordóñez, que en su juventud quemó libros indexados (indicados) por él mismo, y que recibió en el bautizo el apropiado nombre de Alejandro, no sólo porque significa “protector de hombres” (y en consecuencia excluye a mujeres y homosexuales), sino porque permite compararlo fácilmente con otro Alejandro: el papa Borgia, el sexto pontífice que escogió el nombre de “protector de hombres”, para portar el anillo del pescador. Este flautista clerical de nuestra era, ha practicado por años la melodía del miedo, o como él lo denomina, el temor de dios. No se trata de un dios atemorizado, sino de un dios vengativo, misógino, anacrónico como su representante en la tierra, e injusto por demás.

El flautista santandereano buscó hacer dúo con un finquero antioqueño que toca en tono más bajo. Se trata del senador y perpetuo presidente Álvaro Uribe, que todo lo que hace, lo hace más bajo. No hay un concepto de hacer la política más baja.

Los dos flautistas encabezaron el concierto de su sinfonía para flauta, que ellos mismos escribieron compartiendo partitura, aunque con distinta letra. Ellos buscaron no sólo una eficiente caja de resonancia, sino un escenario que les llevara suficiente audiencia. De ello se encargó la emisora y productora RCN. Comenzó el flautista monseñor con melodías que la audiencia quería escuchar: «Las críticas que hace la Procuraduría al proceso de paz son para blindarlo, son críticas no hostiles«, y luego, a manera de segunda estrofa cantó: «No hay enemigos de la paz, disyuntiva de amigos y enemigos de la paz debe desaparecer del lenguaje oficial«. Esa flauta nasal con sonsonete leguleyo tuvo acogida, desde cuando se desempeñaba como Procurador. Ya fuera del cargo público, pero siempre bajo la sotana impostora, concedió una entrevista a la revista Semana, que fue publicada el pasado 25 de septiembre de 2016. Allí el dueño de la moral moral señaló, en relación con el enfoque de género que “Consiste en el absurdo de decir que el hombre no nace sexuado sino que se hace hombre o se hace mujer. Es toda una filosofía que está permeando los Acuerdos de la Habana. Lo grave es que desde la Habana se están diseñando políticas públicas basadas en esa concepción para rediseñar en nuestro ordenamiento jurídico, la familia, el matrimonio, el derecho a la vida y la libertad religiosa. Están utilizando la misma metodología que tenían con la cartilla de educación sexual del Ministerio de Educación que pensaron que podría pasar de contrabando” (la aparición dos veces de la palabra moral no es un error, ya que es doble).

En su tono bajo, el otro integrante de este dúo cómico musical, no ha parado de entonar el coro de su canción. En carta dirigida a Álvaro Leyva, y de la que se hizo su reproducción en El Espectador, del 9 de noviembre de 2014, el bajo flautista lanzó su melodía: “Preocupa que la paz se considere irreversible porque el Estado se ha puesto de igual a igual con el terrorismo, los generales son equiparados políticamente con sus asesinos y la tesis dominante de los acuerdos es la visión totalitaria, bien disimulada, del Castro Chavismo”.

Hoy, luego de más de seis años de interpretar su engañosa flauta, logró que poco más de la mitad de los sufragantes que participaron en el plebiscito convocado por el presidente Juan Manuel Santos, votaran en coro: “No”. Con esa pírrica victoria –poco más de 53 mil votos, de 13 millones depositados- le entregó las partituras del negativismo al gerente del movimiento promotor del rechazo a los acuerdos de la Habana.

El encargado de guardar las falaces partituras actuó con la autoridad de quien tienen la facultad para confesar, y contó a pie juntillas su estrategia ganadora. En la revista Semana del 6 de octubre pasado, se reprodujeron algunas frases desentonadas de este aprendiz de flautista: “estábamos buscando que la gente saliera a votar berraca”; “Descubrimos el poder viral de las redes sociales. Por ejemplo, en una visita a Apartadó, Antioquia, un concejal me pasó una imagen de Santos y ‘Timochenko’ con un mensaje de por qué se les iba a dar dinero a los guerrilleros si el país estaba en la olla. Yo la publiqué en mi Facebook y al sábado pasado tenía 130.000 compartidos con un alcance de seis millones de personas”.

Al mejor estilo de los cantantes actuales, buscaron ‘featuring’ extranjero: “Unos estrategas de Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación”. Al final, el aprendiz trató de entonar en su endeble flauta las notas escritas por el director de la orquesta del Centro Demagógico, de su puño y letra: “En emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en subsidios. En cuanto al segmento en cada región utilizamos sus respectivos acentos. En la costa individualizamos el mensaje de que nos íbamos a convertir en Venezuela”.

Estos flautistas han ensayado por más de seis años las mismas tonadas. Han contado con las voces cantantes de las mezzo-para-sopranos Cabal y Paloma, y con Pachito en los tambores y maracas, han organizado todo un concierto, para mentir. La historia nos dirá si sus melodías lograron cautivar a niños incautos, o si los ‘obdubilados’ escuchas que le cerraron la puerta a la paz eran también ratas.

Bonus track: Expreso mis felicitaciones al Presidente Juan Manuel Santos por el Premio Nobel de la Paz, aclarando que los merecedores de ese galardón son todos los negociadores y en particular las víctimas.