Por: Juan Niño López
Opinión, Verdad y Certeza son tres estados de la Mente y su Conciencia; dicho de otra forma, muy restringidamente, son tres estados de Conocimiento (de la Mente y la Consciencia de cualquier ser humano).
La opinión, en su acepción fundamental, no es más que un conocimiento primitivo, bruto. La palabra se deriva del latín opīniō, opīniōnis, derivado del verbo opīnor, opīnārī que es «suponer«, «imaginar«, «creer«, «juzgar de acuerdo a la propia experiencia». De manera aislada, toda opinión vale un comino, pues, a duras penas, es un intento de crear una verdad de esas que antiguamente llamaban “subjetivas” y que, hoy, la generación más joven llama “carreta”. La opinión – o esta “carreta”- tiene gran valor, únicamente, cuando se propone buscar y encontrar la Verdad y sus Certezas que hemos dado en llamar “objetivas” o, elegantemente, “científicas”.
Si nos remitimos a una fuente, muy común, como Wikipedia (para no producir más dolores de cabeza o bostezos), la opinión es el “grado personal de verdad, impresión o certeza que alguien se ha formado sobre algo, especialmente en casos cuestionables; es perspectiva o punto de vista de alguien sobre un tema, situación o asunto”. La opinión apunta a valorar, casi exclusivamente, la fama o reputación sobre alguien o algo, es decir, es un conocimiento superficial y a veces engañoso al que Parménides, el de Elea de la Magna Grecia y, también, Platón, el de las anchas espaldas -y no otro- con todos sus éxitos y fracasos en imaginaciones y pensamientos, llamarón “Doxa” (δόξα), es decir: “el pensamiento que surge cuando hacemos algo”. En resumen, la opinión es lo que usted y yo pensamos como efecto o consecuencia de lo que hacemos a diario (¡Y nada más!). Por esto, opinar es muy fácil: basta que hagamos algo para poder pensar y comentar sobre los asuntos del hacer; y hasta aquí, la opinión es válida, es la “verdad de alguien” que trabaja seriamente en algo y por esto sabe algo y lo comunica.
La Verdad, a secas, derivada de otro modo de conocimiento, es bastante más compleja y universal que la simple opinión. En muchos casos, las opiniones son el primer paso para iniciar la búsqueda y el encuentro de la Verdad (con mayúscula), pero ésta exige esfuerzos, trabajos y experiencias (métodos) mejor elaborados, adecuados, inteligentes y suspicaces. Podemos resumir diciendo que la Verdad es la coincidencia perfecta entre lo que ocurre afuera de mi mente y lo que, correspondientemente, se construye en mi mente, sin ninguna distorsión.
La Certeza es la demostración y prueba, con seguridad y precisión, de que hay Verdad.
Dicho lo anterior (dejando constancia de que lo hago en una columna de opinión soportada en lo que hago), debo pedir el favor de no aceptar afirmaciones o negaciones que estén fundamentadas en “nada”: Nada de Experiencia, nada de Verdad, nada de Certeza. Afirmar o negar algo sin ningún conocimiento es, además de absurdo, inadmisible; y se ubica en nivel más bajo y precario que la simple opinión, la que, al menos, tiene fundamento en un trabajo cotidiano.
Tenemos que ser muy listos y prudentes para evitar que comentarios lanzados ligeramente a través de los medios nacionales e internacionales de comunicaciones, desbaraten nuestra armonía mental. En estos momentos, la mejor campaña que podemos comenzar es afirmar que ni el miedo ni el terror ni la desesperanza ni el pesimismo pueden alterar nuestro sistema mental. Nadie tiene la verdad sobre la Tercera Guerra Mundial, nadie tiene, a ciencia cierta, la verdad sobre inminentes desastres naturales, nadie tiene la verdad sobre desastres económicos próximos ni en lo nacional ni en lo mundial; todas las alarmas no están muy lejos de ser intencionadas estrategias de mercadeo para afinar productos y demandas, para lograr negocios interesantes a punta del estrés de los más pendejos. Por favor, no se deje meter en esta bolsa. “Si el problema no tiene solución, ¿de qué nos preocupamos? Y si tiene solución, ¿qué nos preocupa?”
Haciendo eco de las palabras de San Pablo: “El campo de batalla es la mente y es en la mente donde debemos ganar la guerra” Y la guerra se gana cuando la mente está tranquila al estilo sonriente de Buda. No podemos dejar que nos quiten la tranquilidad diaria con temores que son solamente ganancias de avivatos. Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Avivato. (Avivato es un vividor, hábil para sacar ventaja de las situaciones, esquilmar a sus víctimas y hacer caer a los incautos en trampas insospechadas que, a veces, parece tener un propósito didáctico en la exposición de sus maniobras como si estuviera advirtiendo a su próxima víctima).