El país parece dispuesto a que millones de jóvenes envejezcan sin formación ni experiencia, sin que nos pellizquemos ¡No puede ser!

Por:  abril 25, 2022
Algo anda muy mal con una sociedad que olvida a millones de jóvenes. El peor disparo en el propio pie que una sociedad puede infligirse, ya que el crecimiento de la economía, el aumento de la produtividad, el despliegue de la creatividad y la innovación provienen, principalmente, del trabajo de los jóvenes. Así debería ser.

Los últimos datos del Dane sobre empleo de adolescentes y adultos jóvenes en Colombia son desoladores. En Colombia hay 11,4 millones de personas entre 15 y 28 años que, se esperaría, estuvieran formándose en colegios, instituciones técnicas y universidades, o trabajando, o ambas cosas a la vez.

La dura realidad es que más de 3 millones 200.000 personas en ese rango de edad ni estudian ni trabajan. Una población mayor que la suma de las de Medellín e Ibagué, similar a la del área metropolitana de Cali.  Y de ellos, dos terceras partes son mujeres. Son los famosos Ninis. Un crimen en contra de los jóvenes y de la misma sociedad.

Siempre ha habido Ninis, aunque en Colombia la situación ha estado desbordada desde hace rato, agravada, además, durante la pandemia. Los confinamientos y la suspensión de la presencialidad multiplicaron en escuelas y colegios la repitencia escolar, una hermana gemela de la deserción, emparentadas ambas con el drama de los Ninis.

Países que son economías avanzadas, Alemania o Japón, por ejemplo, están envejeciendo de manera rápida. Los jóvenes pesan cada vez menos dentro de la estructura demográfica. Un atajo para mitigar tal envejecimiento, pese a los pataleos de los xenófobos, consiste en alentar la inmigración de jóvenes extranjeros.

En el primer caso, el alemán, más allá de la filosofía liberal incluyente que motivó la acogida de centenares de miles de migrantes jóvenes en 2015 y 2016 (sobre todo sirios) de parte del gobierno presidido por la canciller Merkel, costándole el repudio de buena parte de la población, motivado por el desempleo y las banderas miopes de los movimientos de extrema derecha, se trata, en el fondo, de una inversión de largo plazo de alta rentabilidad, tendiente a disponer de un caudal importante de jóvenes que contribuirán a aumentar el ingreso del país.

La situación colombiana es absurda. La percepción de la ausencia de futuro de parte de los jóvenes está aumentando. Hay casos felices de aquellos que, pese a sus conocimientos, carecen de empleo o reciben baja remuneración y que logran irse. Cada día escuchamos de individuos y parejas jóvenes colombianas preparadas que, después de trámites más o menos descomplicados, consiguen migrar a Canadá o Australia. Inteligentes políticas de parte de países que, sin invertir en la educación de los invitados, aprovechan su potencial productivo en beneficio propio, integrándolos cultural y económicamente.

Se habla del “bono poblacional” cuando la gente en edad de trabajar es mayor que la de los dependientes. Colombia cuenta con dicho bono, al contrario del caso del Japón, en el que la población vieja pesa más que la que está en edad productiva. Aunque lentamente Colombia  “envejece”,  aún cuenta con un bono cuantioso… que estamos arrojando a la basura. Cuando más de 3 millones de personas jóvenes ni estudian ni trabajan la sociedad está sacrificando su presente y futuro.

Situaciones absurdas: ciudades como Ibagué, que han mejorado la oferta de educación superior y que carecen de fuentes de empleo (29,5 % de desempleo juvenil)

La mirada a otros contextos en las regiones, como el nivel de informalidad, produce espanto. Ciudades como Florencia, Valledupar, Santa Marta, Sincelejo y Cúcuta, con niveles superiores al 70 % de informalidad, llevan a preguntarse acerca de fenómenos como el aumento del reclutamiento de jóvenes por parte de grupos armados ilegales. Jóvenes que no clasifican como Ninis, que creen encontrar su futuro en las redes armadas del narcotráfico.

Con todos los cambios causados por la revolución de las tecnologías, desde las digitales hasta las de las energías renovables, la biotecnología, entre otras; los provocados por rupturas geopolíticas como la asociada a la invasión de Ucrania y el auge de la China, la globalización sigue su marcha. Olvidamos, sin embargo, que se trata, durante este periodo, de un proceso que se nutre en los territorios, en una suerte de “relocalización” que ofrece nuevas y valiosas oportunidades.

En vez de aprovechar nuestro bono poblacional en los territorios, Colombia parece dispuesta a que millones de jóvenes envejezcan sin formación ni experiencia. ¡No puede ser!

Vía: Las 2 Orillas