Por: Fernando Calderón España
A los Beatles se les perdonó su consumo de alucinógenos y drogas prohibidas. A Maradona, no.
La Camorra italiana alcanzó su objetivo de desprestigiar a Maradona y explotó las debilidades del astro del fútbol. El mundo cayó en la telaraña de la Camorra.
Los italianos nunca le perdonaron a Maradona por su eliminación, en semifinales, en el mismo estadio del Nápoles, que lo había convertido en ídolo del sur. El sur pobre de Italia.
Hace 30 años, un 3 de julio, en el San Paolo, Argentina con Diego, sacó del camino a Italia con disparos desde el tiro penal, después de haber empatado 1-1 en los 120 minutos de juego.
A pesar de los sentimientos encontrados de los napolitanos, el odio a Maradona arrancó en ese puerto legendario del Tirreno y se propagó ese mismo día por toda la bota itálica.
La Camorra, con influencia en la policía y en los jueces napolitanos, urdió el desprestigio del futbolista, basada en sus debilidades, las prostitutas y la droga, que le proporcionaban la misma familia Giuliano, los jefes de la mafia en Forcella, el distrito de Nápoles camorrista.
El plan de convertirlo en un drogadicto se cumplió y produjo el desmoronamiento del ser humano. Pero, el mundo se apoderó del odio de los italianos en ese momento, bien promovido, y lo hizo suyo.
La triple y hasta la cuádruple moral de los terrícolas lo condenaron y Maradona sólo tuvo comprensión en un entorno, el de su familia.
Como no era un “chico” de clase media o alta, lo apabullaron como los pobres destrozan a sus pares cuando abrazan el éxito y luego no saben administrarlo. A los pobres nos da piedra que uno de los nuestros se nos vaya.
A pesar de eso, Maradona no dejó de ser el pelusa de la barriada de una sola comida al día. Los sociólogos dirían, tuvo conciencia de clase. Contestatario, rebelde con causa, se enfrentó a la cúpula de todos las instituciones comenzando por la FIFA. Alcanzó la libertad plena para hablar, gracias a su abultada fortuna que nunca desbarató a pesar de sus desaciertos sociales. Cuando uno tiene plata habla duro.
A drogadictos confesos, el mundo les ha perdonado y ha mantenido sus estatuas en pie.
A Maradona, no. Una mixtura de mafia y poder institucional (justicia, fútbol, medios) lo persiguió y no pudo combatirla, primero, porque no quiso renunciar al barro, al barro de donde nació y al barro blanco con el que murió; y segundo, porque no se le dio la gana. Tuvo libertad hasta para equivocarse.
Maradona no será ejemplo, porque su vida es inimitable, tanto como su genio.
Maradona nunca se consideró, él mismo, como un dios. A Maradona lo asimilaron a un dios. Y fueron los hinchas, esa masa que se mueve de acuerdo con la voluntad manipuladora de los dueños del balón. El mismo balón que dominaba con la magia de sus pies, el mismo balón que lo sacó de la cancha… y el mismo balón que lo fue sacando de la vida.
El mundo perdonó a los Beatles, a los Rolling Stones, a Elvis….al drogadicto que acabo de ver en la circunvalar en Neiva… a Maradona, no!