Dos periodistas autodidactas que después de llegar a la cúspide de sus carreras en Bogotá, se fueron a la tranquilidad de la provincia.

“Ahora soy observador de mujeres…”, dice divertido en su bella Cartagena

Por Edgar Artunduaga

Vive como un pachá (en árabe basá o pashá) y se lo merece. Nadie osaría controvertir sus éxitos de periodista, su celebridad como escritor, su condición de hombre respetable, ahora al filo de los 70 años, abuelo consentidor, dedicado a lo que le gusta, escribir.

-Estoy intentando escribir el libro que siempre he querido escribir, el que durante 45 años, 50 años, no me sentí con fuerza suficiente para escribir, me asustaba, dice con modestia. Es una historia envolvente de dos fenómenos que se juntaron que han producido una maravilla, los árabes en el Caribe.

Todo este montón de migrantes, todas las historias que hay de ellos, todas las cosas que han pasado, cómo se juntaron dos culturas, cómo se juntaron dos maneras de ser, la realidad mágica del Caribe y las ‘Mil y una noches’ del Oriente.

¿Busca la obra cumbre?

Uno la busca toda la vida. ¿Usted sabe lo que me confesó García Márquez un día? Y perdóneme el ejemplo que no tiene nada de comparación. Me dijo: fueron los críticos los que se dieron cuenta, yo no, de que Cien Años de Soledad era mi obra cumbre. Cuando yo la termino y la entrego al editor llamando a Buenos Aires desde México me quedé en mi casa pensando, “la próxima sí me sale bien”. Qué bueno eso, que uno mismo no se dé cuenta. No hay nada peor que un hombre satisfecho consigo mismo.

Uno la busca toda la vida. ¿Usted sabe lo que me confesó García Márquez un día? Y perdóneme el ejemplo que no tiene nada de comparación. Me dijo: fueron los críticos los que se dieron cuenta, yo no, de que Cien Años de Soledad era mi obra cumbre. Cuando yo la termino y la entrego al editor llamando a Buenos Aires desde México me quedé en mi casa pensando, “la próxima sí me sale bien”. Qué bueno eso, que uno mismo no se dé cuenta. No hay nada peor que un hombre satisfecho consigo mismo.

Observador de mujeres

Hoy mis intereses consisten en sentarme a mirar, en mirar con cuidado lo que nunca había tenido tiempo de mirar, a los seres humanos por ejemplo, estoy descubriendo unas cosas fascinantes.

Estoy descubriendo, por ejemplo… Descubriendo no, estoy reconfirmando algo que toda la vida yo había sospechado, la mujer es el ser más inteligente de toda la creación de Dios. Mírelo y verá, la mujer siempre consigue lo que se propone pero pone cara de víctima. ¿Sí ve? Gana pero pone cara de víctima, y el hombre que es tan tonto, que no ha hecho nada, termina diciéndole perdóname mi amor. Ese es el juego de la vida, así se maneja la cosa.

Yo soy un admirador de las mujeres. La mejor obra de Dios es una mujer, sin lugar a dudas. Ahora soy observador de mujeres.

Margot Ricci, los hijos, los nietos

Tenemos dos hijos, un varón el mayor, y una niña. La niña se acaba de casar hace unos meses. Tengo dos nietos en la misma ubicación, hijos de mi hija, pero son como ellos. El mayor es varón, la menor es la niña.

El mayor de mis nietos, el varón, se llama Juan, se llama Juan Pablo Gossaín, salvo cuando necesita un favor. A los seis años yo lo oía, y si necesitaba un favor decía perdóneme, yo me llamo Juan Gossaín, le dije que eso se llama tráfico de influencias, usted se llama Juan Pablo. No señor, cuando necesito me llamo Juan Gossaín. Lo aprendió de Margot naturalmente.

Margot y yo. Llevo 34 años viviendo con Margot y 31 que estamos casados.

La primera clave matrimonial, la primera de todas, contra lo que cree la gente, no es que se casen dos personas que tengan temperamentos parecidos. La clave está en lo contrario. Cuando dos temperamentos son tan distintos terminan complementándose, lo que pasa es que hay que entender la diferencia. Usted no se imagina, mire, no hay nadie más distinto a mí en la vida que Margot, no hay nadie más distinto a Margot que yo.

La vida no es un juego bobo, el matrimonio menos. Sería muy tonto una pareja que lleva 35, 40, 50 años diciendo , “sí mi amor”. ¿Todo el día en eso? No, a mí lo que me interesa y lo que me parece fascinante es una mujer que te diga “no, y te voy a decir por qué”, y que tú le digas “no, y te lo voy a explicar, y entendámonos”, es el único camino.

Los años más dolorosos de la historia

Usted lo sabe mejor que yo Edgar, la frase más dolorosa que yo haya oído en la vida, que mucha gente nos la repite, incluso en la cara, es “ustedes los periodistas disfrutan con las malas noticias porque eso vende”. “Ustedes son felices”. No hay nada más infame que eso.

Nadie sufre más con una mala noticia que un periodista, sobre todo si es de radio, porque es el primero que se entera. Imagínese lo que fue para mí el asesinato de mi mejor amigo en aquel momento, Luis Carlos Galán… La violencia en Colombia me dio un sentido de la tragedia de la vida. Nos ha tocado vivir la experiencia de los años más dolorosos de la historia de Colombia que son estos.

Mire, tanta gente querida de uno, tanta gente amiga, tanto colega muerto. Esa es la parte trágica de la vida.

Ha dicho usted que la vida es una pesadilla, a veces negra, a veces gris, otras veces blanca…

A mí me parece que la felicidad eterna y permanente debe ser aburrida, ¿o no? Yo tengo esa impresión. ¿Sabe qué hace infeliz a la gente, increíblemente? La obsesión por ser felices, la obsesión de buscar la felicidad.

La vida tiene pesadillas, como los sueños. Hay unos sueños que son deliciosos. Usted no sabe cuántas veces he soñado yo con la imagen que vi a los 15 años cuando estudiaba en Cartagena, en el cine, la imagen de Brigitte Bardot desnuda. ¡Y lo que pasó! eso es una maravilla.

El cine a donde íbamos se llama Circo Teatro porque los fines de semana era plaza de toros, pero por la tardecita y la noche daban cine. Pero no tiene techo, todavía hoy no lo tiene. Y era un cine en el que uno tenía con este resplandor del Caribe, tenía que ponerse la mano en los ojos para poder ver lo que estaba pasando en la película, y además que era frente al mar, de espaldas al mar.

Entonces el viento del mar a una pantalla que es de tela, como eran las pantallas de cine, lo menea, adelante, atrás se viene encima. Un amigo mío del colegio haciéndose el chistoso me dijo un día: imagínate que fui a cine y cuando la brisa empujó el telón lo que me quedó en la punta de la nariz fue el revólver de John Wayne, una película de vaqueros. Le dije que a mí me fue mucho mejor, lo que la brisa me puso en la cara cuando vino sobre mi fue el pezón de Brigitte Bardot. Usted no se imagina cuántos años llevo yo soñando con el pezón de Brigitte Bardot.

Bueno, esa es la parte grata del sueño, pero también hay sueños en los que lo descuartizan a uno, lo entierran en una fosa común. La vida está hecha de eso, pedazos gratos, pedazos ingratos, sueños buenos, sueños terribles.

Los periodistas radiales de hoy

No me arrepiento éticamente de nada, jamás por fortuna tuve la tentación de cometer un atentado ético. Errores profesionales a diario, hoy los corregiría.

Debimos hacer noticieros un poco más reflexivos, un poco más analíticos, pero también es verdad que nos apremiaban los hechos. Cuando no era una bomba era un atentado del narcotráfico, era un secuestro masivo de la guerrilla. ¿Se acuerda de las llamadas pescas milagrosas? Los hechos no nos dejaban, la velocidad, tiempo para la reflexión. Yo haría hoy un periodismo radial un poco más reflexivo y menos acelerado.

Escribir, escribir, es el deseo

¿Está en lo que quería, escribiendo todos los días?

Ese 30 de junio de 2010 renuncié a la radio, no al periodismo. ¿Sabe por qué? porque me di cuenta en ese momento de lo que yo quería, recuperar el control de mi tiempo para ponerme a hacer lo que siempre quise hacer, escribir. ¿A escribir qué? crónicas, literatura, cosas. Me pregunta la gente, ¿va a publicar algo? No, yo no lo sé, ya uno nunca sabe si va a publicar o no.

Un muchacho me pregunta en la Universidad Tadeo Lozano aquí en Cartagena, un muchacho todo solemne, ¿cómo es el proceso creativo en su casa? Perdóneme la pregunta que es tan complicada, me dijo. –Es lo más fácil del mundo, le respondí. En mi casa el proceso creativo consiste en que yo escribo y Margot rompe. Ella es la crítica más implacable.

Filosofando sobre la vida

Hoy sentado aquí, mirando el mar, el universo… ¿qué piensa de la condición humana, de los seres humanos, de las lealtades y trampas, cuando desde su púlpito radial era casi un juez?

Los periodistas tienen mucho de jueces, y los noticieros de la mañana comenzaron a convertirse en juzgados de instrucción criminal para absolver o para condenar. Es verdad, estoy de acuerdo con la definición. ¿Sabe en qué consiste la libertad? En que lo dejen a uno en silencio sentarse a mirar el mar, eso es la libertad, y eso es lo que yo estoy disfrutando en este momento. Pero hay cosas que me tienen aterrado, sinceramente.

Me aterra, por ejemplo, esta mescolanza de política con periodismo. Cada día hay más políticos que se pasan al periodismo por un tiempo para luego regresar. La puerta giratoria famosa, y al revés también.

Analizando el poder

Aquí poder significa capacidad de maltratar, aquí puede significar capacidad de esclavizar, “yo soy el del poder”. En ese sentido no conozco, por fortuna, dos actividades más distintas y más contrapuestas, contrarias, que el poder y el periodismo.

El periodista es el adversario del poder, el periodismo está hecho para evitar que el poder haga las locuras que cree que puede hacer, las arbitrariedades, los abusos, los atropellos-

Estamos viendo, un país confundido, desorientado, enredado, ¿por qué? porque a los periodistas les entró también el amor por el poder, la ambición del poder. Pero si tú eres el vigilante del poder no puedes -perdóneme la expresión- revolver la mierda y la pomada. Bueno, eso es lo que está pasando.

El viejito Gossaín y la muerte

En este paraíso donde vive Juan Gossaín, y en este momento tranquilo y feliz, sin urgencias de ningún tipo, se supone que no habrá de morirse sino de viejo. ¿Qué piensa de la muerte, qué tantos cálculos le hace a la muerte?

Todos los días le hago cálculos por primera vez. Bueno, la verdad es que he empezado a sentir que está llegando la vejez, no solo por síntomas espirituales sino por síntomas mucho más concretos, más terrenales.

Ya no puedo con los brazos, ya trato de sacar las mangas de la camisa para ponerme la pijama y me cuesta cada día más trabajo. Ya me duele la pierna a veces.

Está llegando la vejez, y entonces empiezo a hacer cálculos ¿y sabe qué hago? se me ha metido en la cabeza una cosa muy curiosa tratándose de uno que es escritor y periodista. Se me han metido las matemáticas de la vejez en la cabeza: dentro de 30 años yo tendría 97, ¿será que llego?

¿Y sabe qué hago? Salgo a la calle y me quedo viendo a la gente y me comparo con este y aquél. Estoy disfrutando, estoy divirtiéndome, le estoy cogiendo el lado amable, el lado cómico.

Mañana será otro día y mañana se me quita el dolor de este hombro, y han pasado 3.000 mañanas y no se me ha quitado nada. Eso no es lo importante, lo importante es la ilusión de que sí, mañana será un día mejor.

No me asusta la muerte, no me asusta, lo que me duele es dejar de ver mis cosas, mi gente, mis lugares, mi familia, mis amigos. Pero no será por ahora, se lo garantizo.

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