Desde octubre del año 2013 comenzó la agonía para la familia Molina.
Durante la madrugada de uno de esos días un Accidente Cerebro Vascular (ACV), complicó la salud de Pedro Molina, el mayor representante de ese hogar, lo que obligó a su esposa Ana de Molina e hijos, a empezar un duro y complejo trámite de salud, sin imaginar que con el pasar del tiempo el calvario se agudizaría.
Enterados de este caso, el equipo de Fusagasugá Noticias se trasladó hacia la vereda Tierra Negra, poblado ubicado a las afueras de la ciudad, para encontrar el domicilio de esta familia, que se localiza en los bajos de una impresionante loma que regala una mirada a bellos paisajes, esos donde a diario Pedro pierde la vista a la espera de que su salud mejore y que las autoridades de salud de la región le ofrezcan respuestas oportunas a su situación.
El panorama no es para nada alentador, pues desde que inició la emergencia, los parientes de Pedro lo han acompañado en lo que parece una recuperación lenta y llena de pretextos, pues en la EPS Coomeva, que lleva su caso, son pocas las soluciones que le han prestado, a tal punto que ni la entrega de un colchón anti escaras que le aprobaron hace tres años, le han facilitado.
“Me entregaron un papel donde ellos (Coomeva), aseguraron que me habían dado una cama clínica, pero a mi casa nunca llegó«, narró doña Ana, quien dijo además que a casi seis años del ACV, su compañero sentimental ha sido víctima de abusos y vacilaciones de la citada empresa de salud.
Pedro Molina es un paciente que también requiere de atención por enfermería las 24 horas del día. Su ACV complicó más del 80% de la función motora de su cuerpo, por lo que está impedido a realizar sus necesidades de forma independiente.
La familia asegura que Coomeva está al tanto de esta situación, pero que hace más de siete meses, no cuentan con el personal, por lo que desde el hogar tuvieron que contratar a la profesional de cuidados de salud para asistir particularmente al enfermo.
«Nos dijeron que buscáramos a la enfermera que después ellos nos reintegrarían el dinero que invertimos en el pago, pero eso también quedó en promesas«, puntualizó Ana de Molina.
Indicó que mensualmente gastan hasta 3 millones de pesos en cancelar a las dos enfermeras que cubren a dos turnos el cuidado de Pedro. Dicha cotización fue entregada a la EPS, quien le reconoce 2.304.137 pesos; sin embargo siguen sin recibir nada.
Precisaron que la última vez que Pedro Molina recibió la visita de un especialista, fue el mes de diciembre. «Pasó a llenar un formulario y se marchó, eso fue todo«, concretó una de las hijas del afectado.
Ambulancia improvisada
Por la ubicación geográfica y las imposibilidades de movilización particulares de Pedro Molina, revestía de importancia consultar a esta familia, en su mayoría integrada por mujeres, ¿Cómo hacen para trasladar al paciente en casos de emergencia?, la respuesta fue totalmente sorpresiva:
- «Nos cansamos de solicitar envío de ambulancias para poder movilizar a mi papa«, comentó una de las hijas. Resaltó que como todo lo que exigen, el vehículo para trasladar a pacientes de emergencia tampoco llega a la zona.
En vista de tal situación se vieron en la necesidad de improvisar un vehículo para subir al paciente, a cuestas, sobre la inclinada loma.
En una silla de plástico resistente, amarrada a extremos por dos largos palos de madera, sientan a Pedro Molina para subir la montaña cuando este requiere ser trasladado a un centro de salud.
Por el peso del hombre que a groso modo debe superar los 85 kilogramos; eventualmente se ven obligados en solicitar apoyo de los demás vecinos.
El riesgo es que la silla se fracture, pues la lluvia no ha sido impedimento, el señor ha salido del lugar hasta envuelto en plástico cuando se producen los chaparrones.
A los entendidos, situaciones como estas deberían hacer sentir pena a las autoridades de salud en Fusagasugá, pues tales acciones de las empresas prestadoras de servicio de bienestar, vulneran y humillan los derechos humanos de muchos ciudadanos en la región.
¿Cómo es el hogar de Pedro Molina?
La vivienda donde reside Pedro Molina, es un sitio confortable, tiene excelente vista panorámica a las montañas de Fusagasugá. Rodeada de un precioso jardín adornado de flores de todos los colores, donde a diario el hombre mira jugar y crecer a sus nietos, sentado desde la silla de ruedas donde quedó postrado.
Al interior, un ambiente casi inmaculado, las condiciones higiénicas sanitarias se cumplen correctamente, la ventilación e iluminación están adaptadas a las necesidades requeridas para un paciente en recuperación de ACV continuada.
La esposa de Pedro, doña Ana de Molina, ha consagrado los últimos cinco años al correcto cuidado de su marido. Por lo general es ella que se encarga de todos los trámites de salud. Sin duda alguna cumple su juramento de » estar con su marido en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad», pese a que ya tanto agotamiento denota efectos sobre su propio bienestar.
Para finalizar, concretaron que no han dejado sitio alguno que visitar buscando respuestas y que se hagan cumplir sus derechos, pero que «Coomeva no cumple, la Secretaría de Salud no los asiste, la Personería no da respuestas oportunas y la Procuraduría provincial es otro malestar».
Redacción: Luis Enrique Hurtado