Después de elaborar un primer análisis que se centró en indagar dónde está el negocio del fracking o fracturamiento hidráulico y se publicó en UN Periódico Digital, en esta segunda entrega abordaremos los efectos comprobados de esta actividad, especialmente en Estados Unidos.
El objetivo es alertar sobre los graves e importantes riesgos que se correrían en Colombia si se aprueba la exploración de yacimientos no convencionales.
Para el análisis se tomará como referencia el libro Compendio de hallazgos científicos, médicos y de medios de comunicación que demuestran los riesgos y daños del fracking: Extracción de gas y petróleo no convencional, edición de 2018, que es el resultado del trabajo liderado por dos colectivos con sede en Nueva York y que agrupan a profesionales de la salud, científicos y organizaciones médicas.
El documento parte de una revisión exhaustiva de artículos científicos, de prensa y otros reportes oficiales sobre impactos ambientales, socioeconómicos y a la salud pública asociados con la industria del fracking, para el periodo 2009-2015.
Según los resultados, el 69 % de los estudios realizados sobre la relación fracking en la calidad del agua, muestran un riesgo potencial o evidencia real de contaminación del líquido vital, mientras que el 87 % de los análisis sobre la calidad del aire, encuentran emisiones contaminantes significativas y el 84 % sobre riesgos a la salud humana indican signos de daño o daño potencial.
Otros hallazgos del Compendium
Contaminación del aire: Las áreas con presencia importante de perforación e infraestructura asociadas con el fracking en la cabeza de los pozos y en distancias que superan el aislamiento legal entre estas y las zonas residenciales, muestran altas concentraciones de compuestos orgánicos volátiles (COV), especialmente benceno y formaldehído, comprobadas sustancias cancerígenas.
A ello habría que sumar las emisiones provenientes de los quemadores de gas en los campos de explotación. Esta actividad contribuye con el 2 % del etano global que impacta directamente la calidad del aire en Estados Unidos.
Contaminación del agua: En Estados Unidos existe evidencia sustancial sobre la afectación de fuentes de agua potable a consecuencia del fracking, además de problemáticas por la disposición de sus aguas de desecho; también se ha constatado la contaminación de aguas subterráneas por esta actividad.
Por ejemplo, solo en Pensilvania se han registrado más de 300 pozos privados de agua potable contaminados en un periodo de ocho años, lo cual viene de la mano de una institucionalidad favorable al sector del gas y el petróleo, el único de la industria estadounidense que cuenta con permisos para inyectar materiales peligrosos cerca o directamente en los acuíferos aprovechables.
Cuando el fluido del fracking se inyecta en los yacimientos que suelen encontrarse a varios kilómetros de profundidad, este se mezcla con las aguas de formación, es decir aguas fósiles que llevan miles o millones de años atrapadas en formaciones geológicas profundas, con una composición muy distinta a la de los acuíferos aprovechables que suelen estar en los primeros 100 m de profundidad.
Los riesgos que esto supone vienen de las características mismas de este tipo de aguas que –por lo general– son salobres, están a altas temperaturas y pueden contener metales pesados, gases disueltos y elementos radioactivos. Una parte importante de esta mezcla de fluido de fracking con compuestos orgánicos volátiles retorna a la superficie en el proceso de recuperación del gas natural y del crudo.
Las fugas del fluido y del agua de desecho son comunes
En un periodo de nueve años se registraron en Colorado, Nuevo México, Dakota del Norte y Pensilvania 6.678 fugas significativas. Además, entre el 2 y el 16 % de los pozos presentaron fugas cada año.
Un estudio de 2017 sobre los sedimentos aguas abajo (hasta 19 km) de una planta de tratamiento de aguas de desecho del frackingen el río Conemaugh (Pensilvania) encontró elevadas concentraciones de radio (200 veces mayor que aguas arriba del punto de vertimiento) y otras sustancias asociadas como bario, estroncio, cloruros y compuestos carcinogénicos, presentes en los sedimentos que se fueron depositando en el lecho del río durante los años del boom de la exploración de yacimientos no convencionales. Este tipo de derrames y descargas intencionales de aguas de desecho ha alterado profundamente la química y la ecología de las aguas a lo largo de las cuencas, sin excepción.
Problemas de ingeniería que se agravan con el tiempo. Muchos pozos de gas y crudo presentan filtraciones, lo que permite la migración de sustancias tóxicas en las aguas y la atmósfera.
Liberación de elementos radioactivos
Estudios sobre los impactos del agua de desecho del fracking en Nueva York y Pensilvania han encontrado en las aguas subterráneas y superficiales valores de radio 3.600 veces por encima de lo permitido en la norma de agua potable. Así mismo, desde 2004 –cuando iniciaron las actividades de fracking– en zonas residenciales cercanas a las áreas densamente perforadas de Pensilvania se hallaron altos niveles de radón, cuya exposición es la segunda causa en el mundo de cáncer de pulmón, después del cigarrillo.
Efectos en la salud pública. En las regiones donde se practica el fracking intensivo se registran riesgos reproductivos, como bajo peso de neonatos y nacimientos prematuros. La expansión de dicha actividad en Pensilvania aumentó la perturbación del sueño en la población expuesta, además de una mayor ocurrencia de migrañas, irritación de garganta, estrés/ansiedad, tos, falta de aliento, sinusitis, fatiga, náuseas y asma.
Sismicidad inducida
Una evidencia creciente en varios estados asocia la reinyección del agua de desecho del fracking con sismos de magnitudes de hasta 5,8 en la escala de Richter, además de sismos menores. Estudios recientes se han centrado en la capacidad mecánica de los fluidos presurizados para disparar la actividad sísmica, desbloqueando o activando fallas estresadas. Al respecto, el ingeniero civil Anthony Ingraffea, profesor en la Universidad de Cornell, advierte que “vamos a ver numerosos terremotos de magnitud 4 o 5 en la escala Richter en zonas donde existe gran cantidad de pozos juntos; esos terremotos van a dañar los pozos”.
Migración de fluidos por medio de pozos. En Estados Unidos hay abandonados hoy 2,6 millones de pozos, la mayoría de los cuales no figura en las bases de datos oficiales. Taponados o no, son una fuente significativa de metano que se filtra hacia la atmósfera, aún mayor que la de los pozos en producción, según indican hallazgos en Nueva York y Pensilvania. Sin embargo los escapes de metano en los pozos abandonados no son monitoreados periódicamente por las agencias del Estado.
El abandono de estas estructuras ha sido recurrente, como por ejemplo en los años de crisis del fracking (2014-2016), cuando más de 70 pequeñas compañías se declararon en bancarrota dejando multitud de pozos abandonados. Esta situación llevó a cuestionar quién sirve de custodio de la infraestructura en esos escenarios, muy proclives a trasladar los costos a los Gobiernos, y –por esa vía– a los contribuyentes.
En Colombia, la Contraloría General de la Republica advirtió que, en los Términos de Referencia para la elaboración del “Estudio de impacto Ambiental en proyectos de perforación exploratoria de hidrocarburos, en su componente de desmantelamiento y abandono”, de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, “no se tienen en cuenta aspectos como la generación de pasivos por impactos acumulativos por deficiencia en la cementación de los pozos o por la migración de fluidos a niveles no esperados”.
Prohibición y moratorias
El conocimiento y la documentación de los peligros del fracking ha llevado a su prohibición en varios países, Estados y regiones como: Francia (2011), Bulgaria (2012), Victoria (Australia, 2016), Entre Ríos (Argentina) y 50 municipios más en el área de influencia del acuífero Guaraní (2017), Irlanda (2017), Isla Príncipe Edward (Canadá 2017), además en distintos puntos de EE. UU. como Vermont (2012), Portland (Oregon, 2016) y Maryland (2016).
Así mismo se ha declarado la moratoria a esta actividad en regiones estadounidenses como la cuenca del río Delaware (2010), Nueva York (2014), los condados de Santa Cruz, San Benito, Mendocino, Butte, Alameda y Monterey (California, 2014-2016); también en Escocia (2015), Gales (2015), New Brunswick (Canadá, 2015), Holanda (2015), Irlanda del Norte (2015), Castilla La Mancha (España, 2015), Alemania (2016).
De la amplia documentación y las comprobadas afectaciones del fracking en Estados Unidos, país en el que se esperaría una mayor regulación de la actividad relacionada con una institucionalidad eficiente y robusta, se puede observar –por el contrario– un legado de graves afectaciones y pasivos ambientales acumulativos, no controlados ni sancionados por las autoridades ambientales.
Aún más: las afectaciones señaladas se dan para un país ubicado en una zona templada, muy distante de condiciones tropicales como las de Colombia que, a sus innegables características de ser una nación megabiodiversa y de ecosistemas frágiles, se le puede añadir la complejidad de su territorio en términos geológicos, geomorfológicos y edáficos (relativo al suelo), su diversidad cultural y su historia de ocupación de territorios, que lo vuelve todavía más sensible a este tipo de procesos.
En ese sentido, ¿qué les espera a los colombianos si se implementa esta actividad extractiva, que supone graves riesgos para los ecosistemas, los ríos, las aguas, las personas, los territorios y los medios de vida de las comunidades? El daño, sin lugar a dudas, podría ser irreparable, considerando que estas afectaciones trascienden la escala temporal de la vida humana y ecosistémica.
Fuente: Observatorio de Conflictos Ambientales (OCA) del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA),Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá