El tráfico de cocaína desde Venezuela hacia los Estados Unidos se ha disparado, a pesar del colapso del país latinoamericano.
Varios funcionarios de EE.UU. y de América Latina aseguran que es la misma Fuerza Armada y la élite política de Caracas, las que facilitan el paso de las drogas desde y hacia el país a bordo de cientos de avionetas muy pequeñas, sin identificar.
Una investigación de CNN que duró meses rastreó la ruta de la cocaína hasta el norte, partiendo de los campos de Colombia donde se cultiva gran parte, y encontró que el número de vuelos sospechosos desde Venezuela aumentó hasta en 50% de 2017 a 2018.
De dos vuelos por semana en 2017 a casi uno diario en 2018, resulta la variación. Este año, un informante aseguró a CNN que ha visto hasta seis vuelos nocturnos simultáneos surcando los cielos.
Los aviones cargados con cocaína colombiana solían salir desde las remotas zonas selváticas del sur. Ahora despegan del más desarrollado noroeste.
Complicidad con altos funcionarios del Gobierno venezolano
Los funcionarios involucrados en combatir este comercio mortal describen un sistema de correo increíblemente rentable para el gobierno venezolano.
“Los narcotraficantes explotan cada vez más la complicidad con las autoridades venezolanas, y más recientemente, el vacío de poder”, nos dice un funcionario estadounidense. Cada envío de cocaína desde Sudamérica es tan lucrativo que los aviones que vuelan los contrabandistas son baratos en comparación; muchos son usados una sola vez y luego, desechados o incendiados apenas aterrizan.
Una porción considerable de las ganancias va a los países por los cuales pasan los estupefacientes, desde las selvas de Colombia, a través de Venezuela y a menudo, hasta la costa de Honduras.
CNN tuvo acceso a una imagen confidencial de radar de EE.UU. con las rutas aéreas, fechada en 2018. Muestra las salidas desde el estado Zulia, en el noroeste de Venezuela, los vuelos hacia el norte por el Caribe, y luego los giros súbitos al oeste hacia sus destinos en la costa hondureña y algunos en el propio Caribe. De allí, las drogas son enviadas a México y distribuidas en ciudades estadounidenses.
Un funcionario estadounidense estimó que, tan solo en 2018, 240 toneladas métricas de cocaína fueron llevadas de Colombia a Venezuela y de allí sacadas del país en avión.
Otros funcionarios involucrados en la lucha contra el narcotráfico consideran que tal estimado es conservador. Tanta y tan pura cocaína colombiana, una vez dividida y distribuida, puede garantizar hasta US$ 39.000 millones vendidas en las calles de EE.UU., de acuerdo con el cálculo que nos dio de la Oficina de control de drogas de la ONU.
Preocupación
Esta semana, los funcionarios estadounidenses expresaron su preocupación de que la propuesta del presidente Donald Trump de cancelar todo tipo de ayuda a Honduras, Guatemala y El Salvador pueda causar una “bonanza” para los traficantes, liderados por Venezuela, ya que la ayuda a esos tres países centroamericanos apunta específicamente al tráfico de cocaína. “En este momento, está completamente abierto”, dijo uno de los agentes de seguridad en EE.UU., “luego será la ley de la selva”.
Durante años, Estados Unidos ha acusado de narcotraficantes a varios funcionarios venezolanos de alto rango. El comercio ilegal de drogas es un síntoma de la necesidad urgente de dinero en efectivo en la ruinosa economía hiperinflacionaria de Venezuela, y de la corrupción rampante que reina entre los funcionarios más importantes del Gobierno de Maduro, según dicen múltiples fuentes oficiales.
Los funcionarios colombianos, que rara vez permiten ser citados textualmente, también dicen que el narcotráfico ha hecho recientemente que la guerrilla del ELN trabaje con los militares de Maduro.
Sanción contra reconocido gobernante venezolano
El Departamento del Tesoro de EE.UU. sancionó en 2017 al exvicepresidente Tareck El Aissami por supervisar o ser propietario parcial de “cargamentos de narcóticos superiores a 1.000 kilogramos enviados desde Venezuela en múltiples ocasiones”.
El Aissami, ahora ministro de Industria, fue imputado en marzo en Nueva York por cargos de promoción del narcotráfico. No respondió a los nuevos cargos, pero dos días después de que se hicieran públicos tuiteó: ¡Siempre LEALES! ¡Siempre ANTIIMPERIALISTAS!¡Siempre PATRIOTAS!¡Siempre chavistas!¡VENCEREMOS!
Diosdado Cabello, el líder de la Asamblea Nacional Constituyente y lugarteniente del cuestionado presidente Nicolás Maduro, también fue sancionado en mayo de 2018, por estar “directamente involucrado en actividades del narcotráfico”. Él ha respondido que no hay pruebas de que esté involucrado en el narcotráfico y sobre las sanciones en general, dijo: Si hay perseguidos políticos, son los funcionarios venezolanos sancionados por EE.UU. Quédense con sus sanciones”.
Muchos otros funcionarios venezolanos enfrentan acusaciones similares de EE.UU., que el Gobierno venezolano ha rechazado categóricamente. Para este reportaje no emitió comentario alguno, a pesar de las varias peticiones de CNN.
Los problemas por el dinero en efectivo en Venezuela se deben a la hiperinflación causada por el mal manejo de la economía, y ello ha llevado a que los pilotos asuman más riesgos. Otro funcionario estadounidense acota que -muchas veces- se trata de antiguos pilotos de aerolíneas comerciales que solían volar Jets de pasajeros. Unas 30 aeronaves se han estrellado en los últimos 3 meses, de acuerdo con algunos informes, nos dice un funcionario estadounidense.
Un funcionario gubernamental en la región confirmó la escala de esta operación. Dijo que los vuelos cuentan con unas 50 pistas clandestinas en el estado Zulia, en el noroeste de Venezuela. Los aviones con su carga de cocaína, vuelan usualmente con los “transponders” apagados, para no emitir la señal que los identifica en el sistema de radares.
CNN viajó con el grupo militar hondureño de élite conocido como FUSINA a la región de Moskitia, donde los aviones del narcotráfico que provienen de Venezuela aterrizan en pistas secretas.
Las siglas de cola de casi todas las avionetas que halló CNN en Moskitia muestran que inicialmente, eran de Estados Unidos. El primer oficial nos explica que hay empresas ficticias que compran docenas de ellas en subastas y luego las envían al sur.
Algunos de los aparatos yacen dañados, oxidados y expuestos a la orilla de rudimentarias pistas. Pistas inservibles por los enormes cráteres que dejan los explosivos de los militares hondureños. Otros aviones están ocultos, sumergidos en el recodo de un río, aunque visibles desde el helicóptero.
Los militares hondureños le dijeron a CNN que los narcotraficantes han llegado incluso a un arreglo con los pescadores locales para recuperar la cocaína que se pierde en accidentes o cuando los interceptan los cuerpos de seguridad. Si un contrabandista anticipa que puede ser atrapado, lanza la cocaína al agua, atada a flotadores. Esos bultos pesan, por lo general, 30 kilos, y los pescadores pueden ganar US$ 150.000 si los devuelven a los carteles.
Y si bien la tecnología ha ayudado a reducir a casi cero el número de vuelos que sale del territorio colombiano, los traficantes tienen una alternativa fácil justo al otro lado de la frontera, en Venezuela. “Uno de los problemas que enfrentamos es que la zona limítrofe es muy grande”, le dice a CNN el coronel Mauricio González. “Hemos frenado los vuelos que tratan de salir de Colombia con drogas, pero los narcotraficantes se aprovechan de las áreas que no podemos controlar”.
Las tensiones actuales, en las cuales Colombia ha reconocido al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, significan que menos funcionarios colombianos mencionan al país por su nombre. Pero quedó claro que la mayoría de la cocaína sembrada en la región fronteriza de Vichada es comercializada a través de la porosa frontera oriental.
La Fuerza Aérea de Colombia llevó a CNN en un vuelo sobre Vichada para ver docenas de “trochas”, o pequeños senderos, a lo largo de los cuales se trafican el polvo de cocaína pura o la menos refinada pasta. Hay pequeños claros en el bosque para cultivar las hojas de coca y se divisan diminutas cabañas blancas, posibles laboratorios de cocaína.
Los helicópteros colombianos tienen prohibido volar a menos de 8 kilómetros de la frontera con Venezuela y deben permanecer a 700 metros de altura por el riesgo del fuego de ametralladoras de los narcotraficantes. Desde el helicóptero en el que viajaba CNN se lanzaron panfletos a las poblaciones locales, instando a los habitantes a respetar el ambiente en el que viven. Palabras en código para que le den la espalda al comercio de drogas.
Una vez dentro de Venezuela, las drogas van pasando por los puestos militares de control y escoltadas o impulsadas por el Ejército, según denuncian funcionarios estadounidenses, latinoamericanos y también varios militares desertores venezolanos.
Testimonio de un desertor
Uno de estos desertores, de una patrulla fronteriza, le contó a CNN que tenía como tarea detectar los camiones que llevaban a los traficantes de cocaína y asegurarse de que cruzaran a frontera sin problemas. Agregó que eso sucedió al menos tres veces a la semana, durante los cinco años que estuvo destacado en la zona limítrofe.
“Los vehículos que cruzaban con armas y drogas eran camionetas pick up”, afirma el desertor, quien ocultó su identidad y ubicación por temor a represalias. “Nos decían el color y la marca de la camioneta y cuándo (vendría) – usualmente apenas amanecía o anochecía”.
Desde la clandestinidad en la que se encuentra junto con su familia en Colombia, dijo que sus oficiales superiores le daban instrucciones precisas. “Todo estaba coordinado por el comandante de la Brigada”. Él enviaba a un teniente a decirnos qué necesitaba cruzar y eso se arreglaba desde arriba. Los que no estaban de acuerdo, eran cambiados… Automáticamente”.
El desertor describió cómo las tensiones fueron en aumento en los primeros meses de 2019, a medida que la lucha de poder entre Guaidó y Maduro llegó a la region fronteriza. Su unidad fue casi confinada a las barracas, pero el contrabando fronterizo seguía su ritmo.
“Estábamos acuartelados”, cuando no estábamos en servicio, explica. “El general decía: Todos deben estar con nosotros. El que se vaya o hable contra el Gobierno será arrestado”.
Nos tenían el cerebro lavado con comida”, agregó, refiriéndose a las cajas de comida subsidiada que ayudan a los empleados públicos a lidiar con los efectos devastadores de la hiperinflación en las compras familiares de alimentos.
“Una noche, no aguanté más. Fui a la casa y le dije a mi esposa: ‘Nos vamos a Colombia’. Mi hijo comenzó a llorar y decía: ‘Papá, qué vamos a hacer?’ Pero yo sabía que si ellos se quedaban sin mí serían capturados o interrogados”. Él y su familia huyeron por la frontera a las 3 A.M., por una ruta que ya él había descubierto que estaba mal resguardada.
Informe Especial de CNN