Izquierdista, el que dejó a Bogotá hecha pedazos, el que tiene contactos con el gran capital, es el eslabón perdido de los diálogos de La Habana y los acuerdos Farc-Santos.

Por: Fernando Londoño Hoyos

Que Santos tenga su candidato es cosa que se da por descontada.

Que las Farc tienen el suyo no deja duda.

Pero ni Santos ni las Farc quieren candidato perdedor, ni tan evidente como para que se eche a cuestas el fardo del peor gobierno de la historia y de la más cruel organización criminal que haya nacido en América.

Ese razonamiento ha llevado a muchos a creer que Fajardo es el Caballo de Troya de ese dúo tenebroso. Un tipo de bluyines y bucles a sus 62 años, que maneja un lenguaje anodino, elemental, intrascendente. Que no sabe nada de nada porque para que se lo diga está Google. Que no se compromete con nada, no propone nada, no desafía a nadie ni a nada, parecería el candidato ideal para que la gente cansada de mala política, que es tanta, lo albergue esperanzada, sin que sepa en qué ni por qué.

Pero no es Fajardo, queridos lectores. Sin perjuicio de que Fajardo pudiera ser utilizado por Santos y por las Farc, si es que fuera ganador, Santos y las Farc necesitan un tipo mucho más hábil, más ladino, mejor demagogo, más radical pero melifluo, más perverso y comprometido. Y ese tal tiene nombre hace rato: es Gustavo Petro y su candidatura quedó convenida en las conversaciones de La Habana.

Petro viene del M-19, una organización terrorista que amnistiamos para que hiciera política, descendiente directa de las Farc, amiga y socia de Pablo Escobar, y con Pablo Escobar autora del atentado terrorista más famoso de la Historia de Colombia, el asalto al Palacio de Justicia.

¿Por qué no estaba Petro en el Palacio de Justicia? Porque días antes había sido detenido y andaba en una cárcel por porte ilegal de armas. Solo por eso. Pero ha tenido la desvergüenza de hablar y actuar en defensa de los asaltantes y en contra de los defensores de la Ley y la Democracia en esas hora aciagas.

Petro es amigo incontestable del Socialismo del Siglo XXI y se pavoneaba por el Palacio de Miraflores cuando era presidente de Venezuela su amigo íntimo, Hugo Chávez. De allá vienen sus cercanías con las Farc y con Santos. Petro es el eslabón perdido de los diálogos de La Habana y de los acuerdos entre las Farc y Santos. ¿Dónde estaban los bandidos de las Farc cuando Santos los rescató? En Venezuela. ¿De dónde salieron para La Habana? De Venezuela. ¿Quién jugó papel decisivo para aquellos acercamientos Santos-Farc? Chávez desde Venezuela. No olvidamos aquello de los países garantes y de las Comisiones de Seguimiento. Y todo dirigido, manipulado orquestado por el que entraba a Caracas como cualquiera entra a su propia casa. Por Gustavo Petro.

Petro es izquierdista y como todo socialista dice amar a los pobres, para hacerlos más pobres, claro está. Pero también sabe acercarse a los más ricos de entre los ricos, defender sus causas, mamar de sus ubres repletas. ¿No lo sabía, lector amigo? Pregunte quien es el plutócrata patrocinador de Petro y se llevará una sorpresa.

Petro es hábil con la palabra, aunque no diga mucho, porque no tiene en su caletre mucho por decir. Es eficiente con discursos baratos, no tiene escrúpulos ni límites en su ambición y su comportamiento. Y como lo demostró en Bogotá, es un incompetente monumental. Un tipo perfecto para acabar de pauperizar un país que su amigo Santos ya dejará en los linderos de la inopia.

Es hora de enfrentar a Petro, sabiendo de dónde viene y para dónde va. De quitarle la máscara de pacifista bondadoso para rescatar el terrorista que encubre. De poner en evidencia sus contactos con el gran capital, por donde se encuentra con Santos, para confirmar el agudo descubrimiento sicológico de Goethe, el de las afinidades electivas.

Petro llegó a la Alcaldía de Bogotá con el apoyo de fuerzas conocidas, y el más efectivo de los que trabajan a la sombra en estos contubernios diabólicos. Y dejó la ciudad vuelta pedazos. Se declaró enemigo del cemento y del ladrillo, para apoyar a la gente. Y dejó a la gente más pobre que nunca y a la ciudad ni una obra, ni un proyecto, una mejora en nada. Pura demagogia y la más escandalosa ineptitud.

Es hora de revivir ciertas hazañas petristas para destapar la olla de este impostor malabarista. El capítulo de las basuras, del que lo rescató el Consejo de Estado que se columpia entre Santos y la corrupción. Y el de las Empresas de Teléfonos y la de Energía. En esta última, alguien se ganó cuatrocientos ochenta millones de dólares en un santiamén. Platica que perdió usted, contribuyente eximio, sin que se precise dónde están los ladrones. En Luxemburgo, que es un buen escondite para ladrones enmascarados. ¿Averiguamos?