Sin perdón no hay paz

Por Julián Gelvez

Qué difícil es hablar de paz en nuestros tiempos y más en un país como el nuestro. A la sociedad colombiana le ha quedado difícil recuperarse de la violencia (una violencia latente e histórica) a consecuencia de que le hemos delegado (también) la construcción de la paz a las instituciones del Estado y nos hemos olvidado de que ésta se construye desde nuestro interior. Al interior de nuestro corazón.

Algunas personas buscan la paz en un viaje, a sitios teóricamente sagrados. Otros buscan la buscan en diferentes doctrinas religiosas, otros desean hallarla en el dinero y así caminamos por el mundo buscando la paz, ignorando que semejaste tesoro se encuentra en Jesús.

En Juan 16:33, Jesús nos dice que hallaremos paz en Él y también nos advierte que en el mundo experimentaremos aflicción pero que debemos confiar en sus palabras.

La paz que experimentamos en Él, es una paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7) y el origen de ésta, está en la confianza de que todo lo que necesitamos proviene de Dios y que si buscamos su reino y su justicia, todo llegará por añadidura, inclusive la paz y la mejor noticia es que cuando entregamos nuestra vida a Dios, la paz se dará como un fruto de su Espíritu Santo en nosotros y a partir de ahí podemos ser generadores de paz.

Como lo mencionamos anteriormente, la mayoría de personas le delegamos el trabajo de la paz a las instituciones del Estado y creemos que es desde éstos espacios que se debe promover. Analizando un poco y muy superficialmente el problema de violencia en nuestro país, damos cuenta de que la ausencia de paz es causada por la falta de perdón.

¿Quiénes deben perdonar?

Todos. En el marco del conflicto hay varios actores que en éste momento ya conocemos. Pero hay aún, un territorio más esquivo para la paz y es el corazón del ser humano. El primer paso es el “auto perdón” y éste proviene del reconocimiento de que en algún momento nos hemos hecho daño y directamente también hemos ofendido a Dios. Nos hemos hecho daño porque hemos sido desobedientes, quebrantando sus leyes. Cuando nos perdonamos y nos damos una nueva oportunidad en Dios y lo aceptamos como nuestro único Señor y Salvador (no en una oración) sino en la práctica, llega esa paz tan anhelada, esa paz que sobrepasa todo entendimiento. El segundo momento es perdonar a nuestro prójimo tal cual Dios nos perdona a nosotros, aún sin importar el tamaño de la ofensa y como resultado de esto viene un tercer momento y es alcanzar la paz de la comunidad, pero quiero advertir que esto es imposible sin Cristo en nuestro corazón.

La paz que nos da Jesús es una oportunidad para comprender que no podemos solos con nuestras cargas y que necesitamos depender de Él para sobre llevar las aflicciones del mundo, aflicciones que muchas veces se desbocan en violencia hacia nosotros y hacia nuestro prójimo.

La paz que necesitamos la encontramos en Dios, en confiar que Él tiene el control de todo y que sólo de ésta manera la experimentaremos.

Quiero contar algo personal. Sin Jesús hubiese sido imposible tener fuerzas para afrontar la muerte de mi padre, fue la paz que experimenté cuando acepté a Cristo en mi corazón, la que me dio las fuerzas para poder afrontar su terrible enfermedad y su fallecimiento.  Y más aún allí en su lecho de muerte, Dios me mostró su paz, esa paz que sobrepasa cualquier lógica humana. Esa paz que necesitamos para perdonar y para construir a Colombia como un territorio de paz y amor.

Si quieres vivir esa paz, vive en Jesús todos los días.