Los campesinos que cultivan hierbas aromáticas en Chipaque al día pierden 10 toneladas de plantas

Ya van más de 90 días desde que el país entró en aislamiento por la pandemia del covid-19, y aunque algunos sectores empiezan a reactivarse lentamente, para otros la crisis es inminente. Este es el caso de más de 400 familias del municipio de Chipaque, en el suroriente de Cundinamarca, productoras de hierbas aromáticas.

Desde hace décadas, el 60 por ciento de los campesinos de este municipio se dedican a sembrar 22 tipos de plantas aromáticas, que se cultivan en 15 de las 23 veredas.

Sus días, antes de la pandemia, consistían en producir estas hierbas, traerlas a Bogotá, a la plaza del Samper Mendoza, llevar otras cuantas a empresas exportadoras y vender en pequeñas distribuidoras, pero todo eso ya no existe.

La pandemia detuvo el mercado, ya no hay exportaciones y mucho menos ventas. Lo que nadie sabe es que las plantas aromáticas no paran de producir y si se dejan de podar, mueren en poco más de una semana.

Esto significa que los campesinos siguen produciendo cerca de 15 toneladas diarias de aromáticas, de las cuales solo venden cinco y las otras diez se van a la basura. Y el problema va más allá, las pérdidas económicas ya superan los 700 millones de pesos y el desempleo superó todas las barreras.

Las pérdidas para los cultivadores de plantas aromáticas se calculan en 700 millones de pesos por falta de comercialización.

Los encargados de recoger las hierbas, empacarlas y cuidar los cultivos perdieron sus trabajos, los dueños de las fincas no están vendiendo su producto y no tienen con qué pagar la nómina. En resumidas cuentas, más de 1.600 personas perdieron el sustento.
Wilder Parrado es uno de los campesinos chipaquences al que esta situación lo golpeó de frente. En su caso produce 4.000 kilos de hierbabuena en una semana, pero ahora no vende ni siquiera la mitad.

“No hay a quien venderle, la gente no ve las aromáticas como un producto de primera necesidad, entonces no las compran, las tenemos que dejar ahí, ese producto se pierde”, cuenta.

Parrado tuvo que despedir a los empleados de su finca. Ahora, él y su familia hacen todo el proceso de producción, y aunque el trabajo se pierde, prefieren eso a perder las plantas que han cuidado por años.

Las pérdidas para los cultivadores de plantas aromáticas se calculan en 700 millones de pesos por falta de comercialización.

En la misma situación está Ómar Hortúa, un campesino que desde hace ocho años siembra hierbabuena, manzanilla, caléndula, romero y cidrón.

Hortúa trabajaba con empresas exportadoras y hoy, con los aeropuertos cerrados y el comercio detenido, su finca llegó a una situación insostenible, “lo poco que se puede distribuir lo produzco yo mismo, lo demás se pierde”, puntualiza.

En Chipaque se siembra hierbabuena, menta, cidrón, mejorana, estragón, caléndula, manzanilla, poleo, altamisa, salvia, hinojo, eneldo, cilantro, guasca, tomillo, romero, eucalipto, diente de león, sábila, sígame, limonaria y ruda.

Todas estas plantas son producidas y comercializadas desde Chipaque. Pese a las pérdidas, la administración municipal, en conjunto con los campesinos, crearon Aromachipaque, una asociación que ha venido desarrollando una estrategia de deshidratado para que no se pierdan las hierbas y poder conservarlas hasta que pase la pandemia.

Sin embargo, el municipio solo cuenta con una máquina deshidratadora, con la cual puede procesar cerca de cinco toneladas al día.

“Tenemos a los campesinos sin empleo, están perdiendo su producto, si no lo cortan, lo pierden, y no hay cadenas de comercialización”, dice Camilo Pardo, alcalde de Chipaque.

No hay a quien venderle, la gente no ve las aromáticas como un producto de primera necesidad, entonces no las compran, las tenemos que dejar ahí, ese producto se pierde.

El mandatario señala que aunque se ha trabajado de la mano con la gobernación de Cundinamarca, falta compromiso de las grandes cadenas de supermercados. “Necesitamos que trabajen de la mano de los campesinos, que los contraten directamente y que vendan los productos de la región”, enfatiza.

La solución, en este momento, tanto para los campesinos como para la administración municipal, es que se eliminen los intermediarios, para que lo poco que se vende pueda representar una ganancia real para todo el campesinado chipaquence.

Además, plantean que el Gobierno podría incluir algunas plantas aromáticas en los mercados que reparte a la población vulnerable. Según ellos, esto no solo los ayudaría a salir de la crisis, sino que “estas plantas tienen muchas propiedades curativas que mejorarían la salud y el bienestar de la ciudadanía”, dice Pardo.

Por ahora, piden que esta situación sea un ejemplo para evidenciar la urgencia de una reforma rural en el territorio, ya que en medio de la crisis, los campesinos, que son quienes abastecen a las ciudades, “quedan desamparados”, puntualiza el alcalde.

Vía: El Tiempo.